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Andrés centenario

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“El día en que cumpla un siglo de vida, el 30 de noviembre, abriré las puertas de mi casa de par en par y ofreceré a todo aquél que pase frente a mi hogar un plato de gucheguiiña’. Bailarán sones indígenas porque es una fecha para celebrar. Todos los días cumplimos años pero hay un día señalado para festejarlos, y este año, por si es el último, haremos un gran ruido”.

 Así decía Andrés Henestrosa en una entrevista publicada en un diario oaxaqueño, y hoy me pongo humildemente de pie para recordar esas palabras, para dejar que la película de la memoria corra felizmente trayendo las imágenes del hombre nacido en Ixhuatán hace casi cien años.

 En esa cinta memoriosa puedo ver al gran personaje que siempre ha sido el maestro Andrés, el que llegó con sencillez ante José Vasconcelos para pedirle su apoyo con el objeto de poder realizar sus estudios en la ciudad de México, hacia 1920, en la preparatoria de San Ildefonso, donde convivió con lo mejor de la inteligencia mexicana de ese tiempo.

 Ahí, en la capital del país, dio a luz el proyecto Neza, inicialmente llamado Nesha, un periódico hecho por jóvenes juchitecos para contar cosas de su tierra; en ese medio se dieron los primeros balbuceos para escribir la lengua zapoteca, se publicaron los primeros relatos de Gabriel López Chiñas y los del mismo Henestrosa, que luego se conjuntarían –estos últimos- con otros para integrar el volumen cumbre Los hombres que dispersó la danza, que tantas y tantas ediciones ha alcanzado. 

 Cincuenta años después, en 1986, ediciones Toledo sacó a la luz una edición facsímil de aquel Neza, esa publicación apareció con una presentación escrita por Henestrosa, fechada el jueves 2 de octubre de 1986. 

 

 

 

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