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Tue, Apr

Biga’ Yodo (El Surdo Yodo)

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“Por qué se llevaron
soldados,
al hombre, el de erguida espina
su palabra,
él, al que añora asaz
la estrella de mi alma.”
Fragmento del poema Para
Víctor Yodo 
de Víctor Terán

¡¡¡Biga’ Yodo!!!¡¡¡ Biga’ Yodo!!!
Gritaban a todo pulmón y chillonamente los niños remolinados a su alrededor en el callejón Los Pescadores. Víctor era para ellos el ídolo, el héroe del barrio, la estrella del equipo de béisbol Séptima, el orgullo de la Sección.
¡¡¡ Biga’ Yodo!!!¡¡¡Biga’ Yodo!!!
Era el canto que acompañaba a Víctor Pineda Henestrosa todas las mañanas cuando salía de su casa y recorría el callejón. Al menos así recuerdan vecinos, familiares y amigos, al juchiteco que una mañana del 11 de julio de 1978 elementos del Onceavo Batallón de Infantería del Ejército Mexicano le arrebataron la libertad, de eso el tiempo ha marcado 40 años.

En Juchitán una biblioteca pública, una colonia popular y varias calles llevan el nombre de Víctor Yodo. La gente no lo olvida, la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI) tampoco, y qué decir de los hoy poderosos líderes de la organización que él vio nacer y que sólo mancillan su nombre en discursos pomposos y demagógicos en cuantos mítines se les ocurre.

Sus amigos lo recuerdan como un hombre sencillo, honesto, amable, caballero, bondadoso, parrandero, bebedor, dadivoso, pero también temperamental y fuerte en los momentos que tenía que imponerse ante circunstancias injusta. Esa es la imagen que tiene Mariano Guadalupe Márquez, amigo de infancia de Víctor Yodo y compañero en el equipo de béisbol.

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Para Ta Mariano, Biga’ Yodo era un hombre deportista y atlético, con el talento suficiente para sobresalir en la ligas mayores del béisbol en México como centerfield, pero prefirió quedarse con los suyos, en Juchitán, en la séptima Sección, con su familia, con su profesión de maestro, con la COCEI.

Su amigo de la infancia dice que siempre fue paciente con sus adversarios, pero tenía un límite, cuando éste se colmaba terminaba por explotar y salía a flote su temperamento agresivo, naturaleza que lo ayudó a encabezar la lucha por mejores condiciones de obreros, empleadas y campesinos en los años 70, lo que por supuesto le hizo ganar sendos enemigos.

Cierto día una juchiteca de avanzada edad le expuso su despido injustificado como sirvienta en la casa de una familia adinerada de la Cuarta Sección, después de haber servido por 15 años a la familia. Víctor Yodo al conocer que la liquidación obtenida por la señora no era lo justo ni lo que marcaba la ley, organizó a sus amigos y se dirigió a la casa.

Al ver el jefe de familia el gran revuelo y escándalo que causaba la gente enardecida fuera de su vivienda, asustado pidió una explicación, pero Víctor encolerizado por la injusticia exigía la presencia de la patrona. Ésta al dar la cara aceptó su error y otorgó en ese momento la indemnización a la empleada despedida. Pero antes de retirarse del lugar Víctor Yodo, con todo el rigor del mudo los amenazó.

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- A partir de ahora ustedes mismo se harán su propia comida, nadie les cocinará. Pobre de la que se venga como sirvienta con ustedes, porque si me entero yo mismo la vendré a sacar de esta casa.”
Pero casi siempre era dadivoso.

-Una vez, se encontró en la calle a mi esposa que llevaba a mi hijo al doctor y se detuvo de inmediato y los subió al carro, pero no sólo los llevó al médico, también cubrió los gastos. Era un buen amigo, que siempre correspondía. Si alguien le pedía en la calle su camisa o su zapato, él se los daba sin pensarlo, tenía un gran corazón.

También fue solidario. Jesús Vicente ( Dormis), narra un episodio durante la época crítica de la lucha coceistas, cuando hacer pintas en la ciudad era condenable y perseguido por el Estado.

-Un día mientras hacíamos una pinta contra el gobierno en una barda en el centro de Juchitán, la policía del estado se enteró y todos huimos del lugar. Yo corrí y me escondí en una tienda Conasupo que estaba cerca de la casa de César Pineda, hasta allí llegaron los del Ejército pero no me encontraron, pues estaba escondido entre sacos de harina en la bodega de la tienda. Después de varias horas, al lugar llegó Víctor Yodo y me sacó de allí, me llevó a su casa y me tuvo varios días. Ese acto me demostró que era un amigo y compañero solidario, porque puso en riesgo su vida y libertad.

 

Senado de la república