Mucho antes de que me enseñaran a arar la tierra, pero mucho antes de que los surcos se convirtieran en mis responsabilidades; la tierra formaba parte de mis juguetes; ya sea como polvo o como lodo.
El patio de las casas era el hábitat de un sinfín de variedades de fauna y flora que se ponían a nuestra disposición; fue en las partes donde la tierra estaba suelta en donde conocí a mis “cuchinitos”, jugaba a buscarlos en esas pequeñas pocitas, ellos se escondían haciendo nuevos agujeros y así me pasa un tiempo interminable. Yo digo que, a esos bichitos, a los “cuchinitos” también les gustaba jugar conmigo, se escurrían dentro de la tierra; yo los jalaba hasta afuera y ellos se retorcían entre el polvo; les daba risa, creo. Porque a todos “esos personajes” que ahora les traen regalos a los niños, yo los conocí cuando era yo viejo.
Un día mi tata me platicó: “a lo mejor a los reyes magos y a ese santón colorado que trae juguetes pa’ los chamaquitos se les olvida que existe La Venta… y nomas llegan hasta Juchitán”, “a lo mejor. Tata” le dije, “a lo mejor, pero si un día pasan por La Venta, no guá dejá que vean a mis “cuchinitos”, esos sí son juguetes de verdá.
Así me pasaba la vida jugando con mis “cuchinitos”.