Eran tres hermanas de ojos bellos y negros, que al clavarlos sobre sus enamorados los embriagaba y seducían como los alados insectos que a fuerza de rodear la llama dejan al fin sus alas en ella.
Eran estas hermanas, esbeltas, morenas, delicada voz que deleitaba a los oídos, risueñas, tiernas y bellas. Se llamaban María, Aura y Violeta las tres se idearon en introducir el uso del Olan blanco que rematase la fina falda.
Ricas en belleza y honestidad, eran sin embargo, pobres. Al aproximarse las fiestas de Juchitán, celebración primaveral, ostentosa y atractiva por sus deslumbrantes velas y convites, la madre amorosa les compró tela de un mismo color para que las tres faldas que deberían de estrenar en la temporada.
Las faldas que se usaban eran muy holgadas con Olan y pliegues de la misma tela y color.
Cortados ya los vestidos para María y Aura faltaba tela para el Olan de Violeta como medio metro. Con el tiempo muy apremiante para la hechura de los vestidos que habían de llevar a la fiesta y con seguridad que ya no había tela igual y si aún lo hubiera, la situación económica no permitía un aumento en gastos, Violeta valiente y atrevida después de resistir comentarios y críticas sobre todo con mas vigor de su corazón que en el pensamiento, puesto que no debía dejar de bailar con su novio adorado, resolvió tomar una tela blanca para su olan.
Asistió con sus hermanas a la vela y bailó con infinito goce los zapateados y de los sones Guiée Bandaga y Mediu Xhiga, todos los ojos se fijaban en ella como un lunar, por aquel blanco Olan nunca visto.
Más de 200 años hace que el Olan blanco entró de lleno en la indumentaria istmeña principalmente en Juchitán y hoy ha alcanzado su cabal perfeccionamiento.
En las fiestas populares de cada lugar se congregan las mujeres de los pueblos vecinos. Pudiéndose distinguir de dónde son por el solo lenguaje mudo de los OLANES.
Las mujeres de Tehuantepec los llevan angosto, las de El Espinal y de Ixtepec algo más ancho; las de Ixtaltepec más todavía.
Pero los OLANES de las juchitecas media entre la anchura del Olan de Ixtaltepec y El Espinal y son las mejores porque producen una agradable visión de color y armonía.
Todo esto escuche de mi tia Amable China que murió a los 103 años de edad sin padecer ninguna enfermedad y de don Gilberto Orozco(+) nativos de Juchitán.
Fuente: Revista Policromía/No. 5 /15 de Abril 2004