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La apostasía de don Juan de Cortés Cosijopíi (Señor de Tehuantepec)

Istmo
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De acuerdo a la cosmovisión de la cultura mesoamericana, todo se regía por los designios del oráculo. Había que creer y cumplir con estricto apego a la religión. Porque era mandato divino, porque así lo decían los dioses. Uno de los actores que favorecieron a los españoles al arribar a suelo mexicano fue la creencia en mitos y supersticiones. Los sabios sacerdotes explicaron los fenómenos sucedidos como hecho anómalos, señales inequívocas del próximo fin de su civilización.

Por ello, cuando Moctezuma consultó diez años antes del arribo de los europeos, para descifrar el enigma de aquel cometa que sorprendió con su luz y belleza a los pueblos de Anáhuac, con mucho pesar le dijeron que era mal presagio, que su reinado estaba por concluir con la llegada de allende los mares, de hombres blancos y barbados que sucumbían a la nación mexica, y por ende, a otros reinos de Mesoamérica.
Misma suerte corrió Cosijopíi, en las lejanas y calurosas tierras del fuego y del jaguar, en Tehuantepec. Hijo del Rey Zapoteca Cosijoeza y de Coyolicatzin.
Al nacer el heredero de la corona de Tehuantepec en 1502, los sacerdotes se estremecieron, vieron en aquella criatura un ser maravilloso, que sería inteligente como valiente, pero de funestos desenlaces en su vida y su reinado; el príncipe seria grande y feliz en la primera mitad de su vida, reinaría prósperamente y seria respetado y temido por las naciones vecinas.
Desde pequeño estuvo al cuidado de los sacerdotes y sabios maestros, dando lucidez de una inteligencia precoz, al igual que los valerosos capitanes que lo instruyeron en su formación militar. El 20 de enero de 1518, a la edad de 16 años, fue coronado por su padre el Rey Cosijoeza de Zaaachila, para luego marchar a Tehuantepec para gobernar el extenso territorio que el valiente Cosijoeza había conquistado para los zapotecas, teniendo como vecinos a los chontales, mixes, huaves, zoques, mixtecos y chiapanecos.
Al tomar posesión del nuevo reino de Tehuantepec, Cosijopíi inició una intensa campaña de alianza para estrechar relaciones de amistad con las naciones vecinas. Conquistó la costa desde Huatulco hasta el Soconusco, en los confines con Guatemala, creando un poderoso ejército haciendo fuerte alianza con los chiapanecos.
Cosijopíi no solo estuvo investido como Rey Zapoteca, sino igualmente como sumo sacerdote y captan de sus ejércitos. El templo sagrado de sacrificio y consulta, fue el templo de Monapoxtiac en Tepeguazontlan (San Dionisio del Mar), a orillas de la Laguna superior.

En plena guerra de los zapotecas con sus antiguos aliados, los mixtecas, llegan las noticias del arribo del hombre blanco y barbado, del que hablaban las profecías que vendrían de oriente, y al conocerse de la caída de México-Tenochtitlan, Cosijopíi confirmaría lo que el gran Dios Pezelao le había dicho en el templo del Monpoxtiac; que había llegado el tiempo en el que lo han de echar de esta tierra, porque presto vendrán sus enemigos de donde nace el sol, los cuales serán unos hombres blancos, a cuya fuerzas y armas no han de poder resistir todos los reyes de estas tierras, y nos la han de quitar y sujetar míseramente.
Por ello, cuando había caído el ultimo tlatoani. Cuando brazas, cenizas y mechones de humo hacían el panorama triste, desolador y angustiante de la otrora capital mexica, del imperio más poderoso de su tiempo, había que asumir la responsabilidad histórica. Cosijoeza, ya convencido de haberlos alcanzado las profecías, no creyó que ni aun juntas varias naciones podrían resistir con éxito a los hombres que, según todas las apariencias, eran protegidos por divinidades superiores, mirándolos ya pisar sus tierras, determinaron entregarse en paz, aun antes de oír la menor imitación de guerra.
A México enviaron entonces embajadores con ricos presentes de oro y piedras preciosas y su vasallaje, que entregaron a Cortés y que este acepto en nombre del Rey de España. Sabedores los mixtecos, radicalizaron su campaña y arrojaron de Zaachila a Cosijoeza, quien se refugió en el cerro de la Teta de María Sánchez, y para impedir que Cosijopíi fuera en ayuda de su padre, el rey de Tututepec con el de Achiutla le cierran el paso.
Finalmente, Cortés mandó a Francisco de Orozco para ocuparse de la conquista de Oaxaca y a Pedro de Alvarado para la pacificación de Tututepec, cumplido su cometido marcha en compañía de Fray Bartolomé de Olmedo hasta Tehuantepec donde arriba en 24 de abril de 1522, en donde es recibido por Cosijopíi y bautizado más tarde por Fray Bartolomé de Olmedo el 24 de junio de ese año, tomando el nombre católico de Don Juan de Cortés Cosijopíi de Moctezuma: La diadema, que ciñó su cabeza hasta ese día, estaba hecha pedazos, y su lugar lo ocupaba un sombrero de ancha ala, plegado en el lado izquierdo, de cuyo lado pendía una azul y gallarda pluma.

Bautismo que obedeció para encubrir sus ulteriores proyectos a la vista de los opresores conquistadores, porque jamás dejó la religión de los zapotecas ni desamparados a los sacerdotes go´pa bido’, como veremos más adelante.
Dos años después, en enero de 1524; vuelve nuevamente Alvarado a Tehuantepec a su paso a Guatemala para emprender la conquista de aquella región por órdenes de Cortés, incorporando a Don Juan Cortés Cosijopíi, cuatrocientos guerreros zapotecos con dos capitanes de su antiguo ejército, el capitán Alfonso Po y Cotoguela para que le ayudaran a la conquista de Guatemala. Ello le valió el reconocimiento a su señorío y a sus antiguos privilegios.
En la estancia de Fray Bernardo de Albuquerque en Tehuantepec, por Cedula Real el 7 de septiembre de 1543, se concede la edificación del convento de Santo Domingo, mismo que fue construido a cota de Cosijopíi, ordenando que los pescadores de San Blas suministrasen diariamente a los religiosos con pescado frescos, iniciándose los trabajos en 1544.

Cultivo Albuquerque una gran e íntima amistad con Cosijopíi, a la muerte del obispo de Antequera, le sucedió en el cargo, y ya como obispo, le toco enfrentarse a la situación de apostasía del que fue acusado Don Juan Cortes Cosijopíi: sucedió que Fray Bernardo de Santa María, por denuncia de un español, descubrió al señor de Tehuantepec en un rito a sus antiguos dioses en el que él figuraba como sumo sacerdote vestido de alba y mitra de plumas en compañía de otros seis sacerdotes ancianos que habían huido a Mitla por la persecución de la iglesia a su antigua religión. Descubierto, se le tomo como preso y tuvo como cárcel el convento de Santo domingo que había construido con su peculio.
Conmocionado por al noticia, Fray Bernardo de Albuquerque sintió de manera muy especial estos acontecimientos, Él amaba a don Juan desde que fue apóstol de su pueblo conocía la capacidad de este señor, como lo mucho que le había edificado aquel suntuoso convento y sintió en extremo verse obligado a castigar a tan grande señor bienhechor y pidió al provincial le diese dos religiosos muy de su elección, para jueces de aquella causa, que fueron dos Juanes, el padre Juan de Córdoba y el padre Juan de Mata, pero Don Juan Cortés Cosijopíi recusó esta decisión y apeló a la jurisdicción del señor obispo.
Finalmente, su caso fue llevado a la corte de México al que le dio tanta larga por espacio de un año, en donde perdió los privilegios que gozaba; de vuelta a Tehuantepec, murió en Nejapa en 1563.

Tomado del libro: ¡Ay Nana!, ¿Qué pasó? Sucedió en el Istmo de Tehuantepec. 1a. Ed. 2018. Mario Mecott Francisco. Carteles Editores, pp. 17-20.

 

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