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¿De dónde proviene la costumbre de pedir 'calaveritas'?

Istmo
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Sin duda, es una tradición compartida por muchos pueblos originarios de México y Centroamérica; y hoy en día, de todo Estados Unidos, donde habitan millones de familias provenientes de las zonas geográficas antedichas.

Niños de cada comunidad se organizan en grupo para visitar los hogares pidiendo amablemente, 'dulces'. Pero, ¿a qué 'dulces' remite la costumbre? A los que se hayan colocado en las ofrendas a los difuntos.

Cada familia de tradición prehispánica coloca sus ofrendas desde finales de octubre. Recibe a sus muertos con el mayor de los respetos (lo de las burlas, risas y "catrinas" se derivó de las caricaturas de José Guadalupe Posadas, quien se mofaba de los 'fifís' porfiristas, pero no tiene nada de autóctono).

La 'visita', que puede durar dos a tres días, finaliza el 2 de noviembre en que los deudos van a los cementerios, ríos o cavernas, a dejar algunos frutos o flores despidiendo a los difuntos.

Normalmente, con los muertos se van los alimentos que fueron 'abiertos' en el altar. Es decir, tamales, frutas y platillos expuestos a la intemperie. Sin embargo, las frutas o alimentos que simplemente se hayan presentado, sin 'abrirse' en las ofrendas, pueden ser comidos por los niños del hogar, obsequiado a los vecinos o regalado a los pequeños del vecindario o de la comunidad.

La ofrenda no sólo es un recuerdo de los muertos. Es una oportunidad para los vivos. El altar se convierte en un medio para confraternizar. Todo lo que no hayan comido los difuntos debe ser consumido, preferentemente, por personas ajenas al núcleo familiar. Es donde los niños juegan un rol preponderante.

Toda familia zapoteca --de otros no me corresponde hablar, aunque sospecho que sea similar--- destina un espacio del hogar para honrar la memoria de sus difuntos. Con alimentos de toda índole, especialmente los que gustaban a los fallecidos, se recuerda a los ausentes.

¿A qué vienen ellos si no a con-vivir? El Día de Muertos se vuelve la oportunidad de perdonarse y de resolver asuntos pendientes. Es el momento de re-vivir los hechos de quienes se han marchado.

Pero eso a los niños poco debe importarles. En algunos pueblos zapotecas todavía se conserva la tradición de que los pequeños salgan a las casas a pedir Ruá Bidó ('Boca de los Dioses') o Ruá Xandú ('Boca Todosantos).

Con la intención de que los muertos y los vivos confraternicen, las familias que hayan ofrendado a sus difuntos, comparten con los pequeños lo que "dejaron" las almas.

Por eso en muchas regiones de México, y algunas otras de Centroamérica y Estados Unidos, se acostumbra visitar las casas después de que los difuntos han partido. Además de evitar el desperdicio, todo mundo tienen oportunidad de compartir. Y los chamacos se aseguran de que la tradición no muera, sabiendo que, cuando ellos lleguen a la madurez, sus hijos y nietos se alegrarán cada vez que sus parientes vuelvan de la Ciudad de los Muertos.

La 'Boca de Todosantos' o 'Calavera' está ligada al altar. Si no hay ofrenda a los muertos, no puede haber obsequio para los vivos. Tan sencillo como eso.

 

 

Senado de la república