Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.- Hace apenas unos cuantos años, cuando el tiempo dio un vuelco inesperado y nos alcanzó la modernidad, aquellos niños que éramos, aun atesoramos en nuestras memorias los juegos infantiles que marcaron nuestras vidas, la mayoría de ellos se han perdido, algunos niños de ahora ni siquiera los recuerdan, sin embargo fueron tiempos muy felices los que nos hicieron pasar durante nuestra infancia. Se acuerdan del juego de las:
CANICAS
Quien no se acuerda de ese juego que encendía los ánimos de rivales circunstanciales, donde se ponía en riesgo las mejores canicas de cristal, con unos colores hermosos, bellísimos que provocaban envidias y luchas encarnizadas por conquistarlas, y que una vez obtenida paraban en la colección personal del triunfador.
Las cuartas fantásticas que llegaban hasta muy cerca del hoyo, que despertaban enojos, y, de aquel “Vago” en las canicas que muy pocos se atrevían a jugar con él por la seguridad de perder.
A poco no viene a la memoria aquellas niñas inquietas, con sus peinados típicos, sus vestidos y huaraches saltando como capulín con el juego del:
EL PISO
Donde con un pedazo de palo se pintaba sobre el suelo una imagen semejante a una cruz con dos brazos salientes, y en la punta un aro, toda la estructura con cuadros. Las niñas lanzaban un pedazo de tepalcate en el primer cuadro y comenzaban a saltar, sin fallar, perdía el que pisara una línea, inmediatamente continuaba otra con la misma lógica, y luego se iban haciendo las casas, el juego más difícil y entonces se pedía oreja, para poder continuar.
Algunas niñas que vivían en la ciudad o en sus casas tenían pisos de loza, pintaban el juego un gis.
A qué tiempos aquellos cuando en una comunión infantil jugábamos a los:
ENCANTADOS
Cuando todos los niños y las niñas compartíamos la emoción de correr si ser alcanzados, el sudor se impregnaba por el cuerpo como una verdadera loción. Los niños corríamos hasta desfogar toda nuestra energía, hay de aquel que era alcanzada quedaba petrificado, hasta que otro lo desencantara. Los patios de las casas y de las escuelas se convertían en grandes escenarios de carreras y gritos que juntaba a niños y adolescentes.
Y para los más chiquitines aquellas rondas como el de la:
VÍBORA DE LA MAR
En este juego participaban niñas y niños, dos de los más altos se agarraban las más alzando los brazos simulando un pequeño túnel por donde pasaban todos, cantando esa ronda inolvidable de “a la víbora, víbora de la mar, de la mar, por aquí pueden pasar” y repentinamente cuando concluí la última estrofa del canto los brazos elevados de los niños caía encerrado a uno, a quien preguntaba qué quieres melón o sandia.
Hoy los tiempos se han ido, quedan recuerdos del pasado porque la modernidad, nos inunda con juegos cibernéticos que desplazaron nuestra infancia de in tirón dejando la realidad en los tiempos actuales.