¿Cómo sería un 14 de febrero según las auténticas intrépidas buscadoras del peligro? Juchitán es un pueblo mágico, pero en un sentido más –honestamente– audaz que turístico, o al menos no es exactamente esa clase de magia un tanto acartonada a la que nos tienen relativamente malacostumbrados el término Pueblo Mágico, acuñado por la Secretaría de Turismo de México, que a veces parece referirse más a un set de filmación de evocaciones provincianas, diseñado por el fantasma del cineasta Ismael Rodríguez, pensadas para satisfacer las fantasías-clichés que el imaginario extranjero (sobre todo el norteamericano) suele tener de México. A veces el loable esfuerzo de los Pueblos Mágicos caen en el facilón error de hacer de cualquier localidad, aún cuándo se encuentre en el rincón más alejado de Sonora, una réplica del barrio de Coyoacán, en el DF.
Es más, podemos decir que Juchitán es un pueblo mágico y de ciencia ficción. Por ejemplo: es bastante peculiar la sensación de caminar por sus calles y toparse a mujeres que para sus actividades tan cotidianas como ir al mercado y hacer las compras previas a la comida de un jueves, llevan puesto con alegre orgullo sus coloridos huipiles (vestimenta cuyos orígenes al menos en este poblado datan del siglo XVII). Pero si uno alza la mirada por encima de los techos de las casas y de los escasos edificios que apenas si rebasan los tres niveles de altura, y apunta la vista hacia al horizonte del Istmo de Tehuantepec, verá un impresionante ejército de encumbradas torres eólicas generadoras de electricidad, alineadas en esa zona conocida como La Ventosa, con sus hélices girando conforme la velocidad del viento. Un pasado latente y una de las posibilidades de un futuro ecológico no muy lejano, funcionando en el actual presente, son tan sólo uno de los electrizantes contrastes que hacen de Juchitán un destino indispensable para viajeros alternativos.
Tan sólo uno de los electrizantes contrastes, porque otra postal que aporta magia a este lugar son los muxes, hombres homosexuales que sin ningún temor y sí mucha alabanza visten de mujeres, eso sí, el huipil es indispensable en su travestismo ancestral.
De acuerdo con el especialista Eli Bartolo Marcial, pedagogo oriundo de Juchitán y egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, es uno de los especialistas más importantes alrededor de la comunidad muxe (ha impartido cátedra y conferencias al respecto en la Universidad Sorbona de París, por ejemplo), los muxes y su tradición de feminizarse mediante el maquillaje y los vestidos existen desde mucho antes de la llegada de los españoles.
TRAVESTISMO ANCESTRAL
A diferencia del típico costumbrismo arraigado en gran parte de los rincones de la República mexicana en la que el machismo es una presencia importante –mejor dicho, dominante–, en Juchitán, los muxes son vistos con una tolerancia genuina, sin prejuicios atorados entre los dientes ni deportes de escarnio público.
Es más, unos buenos compadres que conocimos durante el recorrido de la Regada de la fruta (desfile que recorre las calles del centro de Juchitán organizado por Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro con música tradicional de viento, en el que desde carros alegóricos avientan frutas, trastes de plástico y juguetes), y que sin conocernos nos invitaron más cervezas de lo que imaginamos, nos aseguraron que muchas familias juchitecas sueñan con tener un hijo muxe pues su nobleza puede acompañar a los padres hasta sus últimos días; con ellos las casas son más alegres.
Y decir eso es algo así como un pleonasmo: si algo sobra en Juchitán es alegría y fiesta, prueba de ello son sus famosas velas, potentes fiestas locales de nivel masivo con motivo de la velada al patrono del pueblo, San Vicente Ferrer.
Y decir eso es algo así como un pleonasmo: si algo sobra en Juchitán es alegría y fiesta, prueba de ello son sus famosas velas, potentes fiestas locales de nivel masivo con motivo de la velada al patrono del pueblo, San Vicente Ferrer.
Hoy, las muxes de Juchitán, o una gran parte de ellas, pertenecen al colectivo Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, grupo con más de 30 años de existencia y cuyo objetivo es hacer difusión cultural, sociológica y antropológica de la identidad muxe, reforzar su historia, así como también dotarlas de un carácter político de tal forma que puedan generar decisiones de impacto social y beneficios de sus propias necesidades.
Las Intrépidas cuentan con sus propias velas, quizás las más glamorosas de todas las que suceden a lo largo del año (la mayoría en Juchitán ocurren en mayo). A ellas acude diversidad de extranjeros. Muchos de esos hombres aprovechan la tolerancia juchiteca para ellos mismos travestirse.
Para las velas, muxes y visitantes suelen invertir en huipiles hechos y bordados a mano cuyos precios van de los 15 mil pesos y de ahí para arriba, pueden encontrarse en la planta alta del mercado principal de Juchitán, frente a la Plaza de Armas. En los mismos pasillos de los huipiles también pueden conseguirse guayaberas para los caballeros, esto es importante pues para entrar a la fiesta principal de la vela de Las Intrépidas que se llevan a cabo en la Pista Corona, a las afueras de Juchitán, tanto mujeres como muxes deben llevar huipil de gala y los hombres estricta guayabera, de lo contrario el cuerpo de seguridad les prohibirá la entrada.
Además los hombres tienen que pagar el cover que consiste en un cartón de cerveza. Tomar fotos en el interior del mercado de Juchitán queda estrictamente prohibido, pero pueden aprovechar la visita para comer en la planta baja donde están todos los expendios de comida. Son imperdibles las tlayudas y las dobladitas; también hacen un buen caldo de res que cae de maravilla para las crudas que en Juchitán no son cualquier resaca.
Por revistaforward.com.mx