Las renuncias en el equipo del presidente López Obrador se están dando ya de forma recurrente. Ya muchos, por sus razones personales, están abandonando el barco. Es que el capitán no escucha a la otra parte, importante, de la tripulación. Es que no quiere quien alerte sobre los riesgos, en este caso los servidores con capacidad de iniciativa. Quiere súbditos, que acaten órdenes sin replicar. Las renuncias, como en otros tiempos, se aduce, aparentemente que son por “razones” personales.
La penúltima fue la del prestigiado académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, ex-consejero del IFE, Jaime Cárdenas Gracia, la última del director del Centro Nacional de Control de Energía, un órgano autónomo que debe regular la explotación y comercialización de los energéticos, que tampoco el gobierno toma en cuente en las delicadas decisiones en la materia.
Don Jaime, en una entrevista pública reveló las razones verdaderas de su salida del llamado “Instituto para devolverle al pueblo lo robado”. El mismo que, al conocer las razones personales del ex- funcionario, el ingenio popular le llama ya “instituto para robar lo que le robaron al pueblo”. Pero el asunto tiene fondo y es la denuncia que hizo en su carta de renuncia, sobre sus ex- “colaboradores” que aprovecharon sus cargos en dicha institución para practicar la corrupción. Ahí, en esa instancia “inmaculada” se fueron sobre el botín, o sean, los bienes que se supone son del puéblo, lo incautado que luego se subasta para convertirlo en dinero “limpio” y depositarlo al erario, pero completo.
Y el señor Cárdenas denunció esas irregularidades ante la FGR al parecer sin resultados. Así, si existió una denuncia, lo lógico, sensato y congruente es investigar a los infractores. Pero no, el presidente se fue en contra del denunciante, descalificando su valor civil, “que le falta arrojo, que no aguanta”, hasta lo llamó “cobarde”. Lo que se ve es que al jefe del ejecutivo no le gusta que se cuestione a los de su equipo.Que un subalterno, le contradiga. El señor Cárdenas, abogado prestigiado y obvio, lego en derecho hizo lo que su conciencia le dicta: Exhibió lo que está mal en una dependencia en la que es responsable para aplicar la normatividad y no solapar irregularidades y corrupción. De paso desmintió al presidente que cree y dice que todo está bien, sin embargo , evidentemente, como se señaló, muchas cosas están muy mal.
En este caso, como en muchos, debería aceptar los cuestionamientos. Lo que se señala se debe investigar y no denostar a quien se atreve a señalar. Esa actitud, no es deslealtad, ni mucho menos es un acto “politiquero” como reiteró en su conferencia matutina el presidenta, refiriéndose a quien designó en el delicado cargo. Es, como afirma el dimitente, asumir una lealtad reflexiva y no una lealtad a ciegas, que a decir verdad esta actitud es la que le gusta al actual inquilino de Palacio Nacional. Al inicio del sexenio se anunció y se presumió un gabinete que sería garante de la transformación de la vida pública.
No basta la buena intención presidencial y en este contexto, entonces la lucha anticorrupción debía ser pareja, “la escalera se barre de arriba a abajo”, así se ha dicho. Y en los pisos de alto nivel, según se ha denunciado hay mucha suciedad que hay que limpiar. Es lo que esperarían los mexicanos. Pero...