¿De que sirve gritar vivas con los corruptos y verlos pelar la mazorca, enseñando sus dientes y riéndose de nosotros por chambones, sumisos y cobardes?.
Ciertamente, se derramaron ríos de sangre, ellos antes de sus partidas al más allá, pensaron y creyeron en que México tendría un futuro de progreso y prosperidad en donde sus hijo, los hijos de éstos y todas las generaciones venideras vivirían felices y que nada les faltaría; fueron tan grandes y profundas las ilusiones que tuvieron todos aquellos héroes y heroínas, que jamás concibieron la posibilidad de que unos cuantos políticos de la post-independencia serían quienes disfrutarían en grande los logros que tantos cadáveres, viudas y huérfanos costó.
Han pasado más de dos siglos de aquellos acontecimientos libertarios, pero la verdad es que los dueños de cuerpos y almas solo cambiaron de cara, de forma de vestir, de marcas de perfúmenes, de tipos de transportes, de las formas de robarle al pueblo, de la manera de entregar los patrimonios de la nación a particulares nacionales y extranjeros, de características de casas lujosas con dinero mal habido, de los métodos para reprimir a los opositores al régimen político, de la forma de engañar, manipular y abusar de la pobreza de millones de habitantes. Son más de doscientos años desde que los grandes idealistas soñaron con un México diferente, una nación fuerte, progresista, justa, igualitaria, con la distribución de la riqueza de manera equitativa. Seguramente que aquellos grandes hombres jamás se imaginaron en un México con más de 57 millones de pobres, mismos que sumados a otros tantos son sometidos a la voluntad de un puñado de políticos vividores, aliados con la oligarquía y a una fracción de jerarcas católicos, quienes día a día se enriquecen más, importándoles un cacahuate el incremento de la pobreza.
La triste y lamentable realidad de México, es evidente y es conocida por propios y extraños; pero muy pocos cuestionan el por qué, siendo el país un lugar de recursos infinitos como para cubrir las necesidades básicas y otras de sus habitantes, se ubique como una nación con grandes carencias y con millones de personas en pobreza extrema. Los que con justa razón preguntan y se preguntan sobre el estado lamentable que guarda el país, son los mismos, que cada año comentan sobre lo paradójico que resultan las actuaciones o comportamiento de esa población víctima del mal gobierno, durante las noches del 15 de septiembre.
En cada víspera del grito septembrino, es común encontrar en las tiendas departamentales, escogiendo ropas, calzados y demás accesorios de la mejor calidad, a las primeras damas de los presidentes de la república, de secretarios de estado, de gobernadores, de presidentes municipales, de senadores, de diputados federales y locales y esposas de demás funcionarios mayores y menores: las vestimentas deben de reflejar desde luego, algo que tenga que ver con lo típico de la región, como para demostrar sentidos de amor y pertenencia por la patria grande o la chica, y para que haga juego con las sonrisas que demuestren los esposos funcionarios públicos al jalar el lazo que haga tañer las campanas al gritar vivas a los héroes que dieron patria y libertad a los mexicanos. Los gastos por las adquisiciones de las indumentarias que todas las familias “PATRIÓTICAS” lucen en los palcos de los gritos, son sin duda alguna con cargo al erario público; como si sus servicios fueran realmente honestos, transparentes y para beneficio de las comunidades, poblaciones, estados o lugares que gobiernan.
Cuando los que jalan los lazos que hacen que las campanas anuncien la hora en que el cura Hidalgo anunció el inicio de la guerra de independencia, sonríen y se dan su baño de ego luciendo sus mejores ropas, con certeza que se cruzan en sus mentes las ideas de cinismo y vileza por los escenarios repletos de hombres, mujeres y niños gritando al mismo tiempo que los tiranos las vivas, como si el país no tuviera tantos problemas, y como si los acarreados y asistentes por voluntad propia, estuvieran disfrutando de los beneficios resultantes de las luchas libertarias.
En los últimos cuatro años, en verdad da pena y vergüenza ver tanta gente acarreada por el gobierno estatal y federal desde los diferentes rincones del Estado Mexicano, con el propósito de llenar los espacios del Zócalo de la Ciudad de México, con gentes que no griten otra cosa que no sean las vivas, con sus tortas de jamón, sus refrescos de mala calidad y sus 200 pesos por la asistencia.
Todo lo que se observa en las ceremonias de los gritos del 15 de Setiembre, claramente se asemeja como enorme alegría en los corazones de los funcionarios públicos que tocan las campanas, esto es por sentir la seguridad de tener sometidas las voluntades de miles de gentes que se tragan las mentiras y sirven como fuerza fundamental para continuar en el poder con las compras de sus votos en cada proceso electoral. Toda esta gente debe de saber que en realidad ya no hay nada que festejar, el grito por la independencia se ha convertido en simple ocasión para que se luzcan los presidentes y sus familiares ante un pueblo en desgracia actual. La imperante y galopante corrupción de los que gobiernan al país en sus diferentes niveles, han superado enormemente la justificación de celebrar fechas históricas; sobre todo, siendo ellos los actores principales que participan en los eventos, como si no fueran ellos, los personajes corruptos que han destrozado los sueños de los grandes héroes, insistiendo hipócritamente en representar sus ideales de lucha y progreso.
En todos los rincones de México, se debe de luchar por enderezar el presente para asegurar el futuro, las festividades de lo que pasó y no dejó soporte para un buen presente, como lo que experimenta nuestra nación, ya no tiene razón de ser, mucho menos, que la gente sirva de comparsa el actuar de los gobernantes corrupto en los famosos gritos de la independencia….
Si no se despierta con la claridad de los rayos del sol y se buscan los senderos de una verdadera libertad y progreso para México, que las próximas generaciones nos condenen por venir a perder inútilmente el tiempo.