Para la comunidad mexicana en el extranjero y ya no se diga, para la mexicanidad que vive en este ingenuo país, Hillary ganó el primer debate presidencial. Los que vimos el debate, total o parcialmente, veíamos los trucos gestuales de Donald Trump, que en territorio estadunidense son efectivos en las urnas, pues aunque en apariencias en el mundo de los ciudadanos norteamericanos se da a entender que kinésicamente no votarán por Trump, la realidad es otra, se burlan de un show necesario que ese país ha mamado desde la infancia: la “Horse trading” (política de las componendas). Hillary, podría situarse en una trampa en la que los “gringos” no desean caer otra vez: lo correctamente presentable, lo ligeramente presumible, pero que peca de retórica cadenciosa y estrategia voluptuosa: consideraciones que los votantes de ese país destinan a los países latinoamericanos, miserablemente vividos y comidos.
Los latinos no son Norteamérica, que nos quede claro a los mexicanos. “L’Afrique commence aux Pyrénées”, también es aplicable en América. La civilización norteamericana se ha levantado con muchas víctimas que son traídas a cuento como propaganda política. Por eso desprecié el “cuento chino” de Hillary, que pocos notaron, pero que muchos gringos aprovecharon para reírse a sus anchas: era el pretexto perfecto para demostrar hilaridad sobre una condición vacía de oportunidad y rapaz como miserable medida para solicitar votos. Repito, traer a cuento a una Miss Universo venezolana, ciudadana estadunidense, sobre una situación a todas luces nacida de un show mediático: el certamen de belleza (ver mi trabajo publicado por The Mexican Times el 21 de diciembre del año pasado: “La miss universo que fue por minutos…”), fue una burla que la sociedad estadunidense le rezó en silencio a la Clinton (“olvídate de mi voto”).
México, al parecer, es una experiencia rara en cuanto a resolver críticamente su historia. Ve su historia en función de lo que colisiona dentro, y se olvida de lo que surge adentro como influencia de afuera. “El influyente nunca será influido por el influenciado”. Es una ley de hierro. Es una Ley de la termodinámica social. Y funciona para Estados Unidos. Sus aparatos de influencia en las redes sociales son importantes. Trump le regaló a Hillary muecas gustosas de placer. Se las regaló. En México eso es imposible, a no ser por los ojos sinceros y bailadores de un Gabriel Quadri de La Torre viendo a la edecán cuando ésta le dio la espalda en aquel juicio sumario al productor de ese debate en lo que hoy es el INE. Eso es lo que pretende fabricar el equipo de la Clinton: hacernos creer que Trump perdió el debate por sus gestos: una burla más del equipo de Hillary, disponible sólo en versión latina, dirigida a una mexicanidad sensiblera y acrítica (ver mi trabajo publicado por The Mexican Times el 05 de marzo de este año: “Donald Trump y su relación con la clase media complaciente en México”).
¿Algo se dijo de importancia en este primer debate? La respuesta es NO. Era una reunión de reconocimiento, de familiaridad. Quien se haya emocionado por este show mediático necesita checarse cuánto se aprovechó culturalmente de la sociedad en donde desarrolla actualmente sus afanes cotidianos. Otra vez la fiesta por algo que deberíamos ver con ojos de “sigo haciendo lo que dejé pendiente”. Y el berrinche de Hillary sobre su no venida a México, se lo perdonamos. ¡Qué incongruencia! Vemos con malos ojos lo que expresó Trump de cobrar a los países su propia defensa que deben pagar por el vasallaje imperial, y nuestros países no tienen un ejército que modele lo que la contemporaneidad les exige. Sé que más de uno dirá que teniendo un presidente que no es de raza blanca, es probable que la latinidad ya no espere mucho para secundar el trabajo de estadista en los Estados Unidos de América, pero nos olvidamos de una cosa: el votante “gringo” se asegurará que la raza blanca abandere la causa desde la clandestinidad. No en balde, en pleno periodo tras la reelección de Obama, siguen los tiroteos donde descaradamente las víctimas son de raza negra, se han generado escándalos focalizados al respecto, y el presidente ni se inmuta.
Los Centros de Estudios de Norteamérica deben darnos más luz sobre esos alcances del “realismo” (conductismo, comportamentalismo, comportalismo, behaviorismo) estadunidense, que se sigue quedando como asignatura pendiente en este país. Creemos conocer el fondo de la política del vecino país del norte, y seguimos enfocando nuestra atención a la adhesión gratuita de lo que nos conviene como “destino manifiesto”. Parafraseando al poeta Jaime Sabines: “Yo no lo sé de cierto, pero supongo…” que si no le ponemos cara de “eso ya me lo sé” a los “gringos”, ellos seguirán dándonos lecciones de “ilusionismo” que en parte les produce más dinero que votantes.