Como resultado de un modo electoral de adjudicarse una ganancia efectiva y hacerse realidad tras varios patrones ingenuos de comportamiento provenientes de la oposición interna que argumentaba (si a eso se le podría llamar “argumento”) “pecadillos” de los Murat que ni siquiera trascendieron la próxima milla en el tramo de nominación a la candidatura al gobierno del Estado, el primero de diciembre, el templete ya esperará a Alejandro Murat para asumir el mandato constitucional que le favorecerá, durante seis años.
En esa lógica de ejercicio de gobierno, Oaxaca no cambiará más que para combinar el derrotismo de Papá Murat tras el revanchismo de su sucesor (Ulises Ruiz Ortiz) y la renegociación de fronteras comunes de influencia con Eviel Pérez Magaña y sus seguidores. El dinero sí es la vida, en Oaxaca, y la sola vanidad va de la mano con la condescendencia que tendrán ambos grupos, pues una rencilla que dañe tejidos en tercer grado no le conviene a un régimen que se prospecta despótico e inmoderado. Oaxaca será el mismo para todos, y espectadores como este columnista, sólo verá cómo el ave rapaz termina por ganar en paciencia, lo que el cuerpo famélico de un cráneo infantil cede ante la hambruna.
Tal como lo plantee en The Mexican Times el primero de febrero de este año (Alejandro Murat: el heimatlose), llegué a tuitear, que quienes en ese entonces pedían se le negara la candidatura a Alejandro Murat por no contar con el requisito de local, renegaban con una “paleta payaso” en mano, cuya gomita de boca sonriente se había insertado con la “u” al revés. En esa ocasión pasé por alto, que esa misma exigencia de cuestionar la nominación de Alejandro Murat a la candidatura al gobierno del estado, provino de José Antonio Hernández Fraguas (hoy munícipe electo al gobierno de la capital oaxaqueña), personaje que con un artículo 23 constitucional local en la mano, radicaba la ciudadanía oaxaqueña entre otros requisitos en el hecho de: “… ser hijo o hija de padre o madre oaxaqueño…” pero que con todo y eso negaba tal aspiración legítima del hoy gobernador electo. Ese oaxaqueño ingenuo es al que evito. Infantil, mentecato, torpe. En política, para los que no nos dedicamos a eso, el lenguaje hostil es la regla y la complacencia inmoral es la excepción. Hacer ruido de esa manera, hizo que situáramos al equipo contrario a los Murat, como un grupo que fanfarronea, pero que no trabaja con una asesoría densa; de lo contrario, se evitaría esa dramática escena de meterse con la residencia, derecho de sangre o de suelo.
El Istmo de Tehuantepec, una cuna que no se le niega a Papá Murat, pero que todos sabemos que es más un “uso a conveniencia”, es el resultado actual de su régimen 1998-2004. En un diario estatal, estando él como candidato, dediqué un trabajo que se publicó en un suplemento dominical con el título: “Destino de Murat”. En ese momento, su red de influencias pesó, y se sobrepuso al caciquismo de los “Carrasco”, que parecía muy cercano en apariencia al modelo de los “Figueroa” en Guerrero. Al Istmo de Tehuantepec, Murat, sabía perfectamente como motivarlo, después que se dio a conocer el estilo de gobierno de un Heladio Ramírez López, régimen en donde los subsidios eran la fuente de inspiración de los movimientos sociales.
Nada cambiará en el gabinete de Alejandro Murat: las mismas caras y los mismos puestos. De regir una entidad federativa que necesita “cambios”, existe la probabilidad de que decline en ser una “administración” rala, de alcances limitados y de despliegues de poder y alineaciones que sometan hasta a los más resistentes. De esas administraciones a las que estamos acostumbrados, en donde si se tiene que parar una obra porque así lo exigió algún activista cultural de peso, se dará la orden de que se apaguen las máquinas y se deje de maniobrar, teniendo la razón perfecta que justifique gastos onerosos por darle la razón a la sociedad civil. En esas administraciones, habremos que meditar qué debemos pedir, pues lo que pidamos puede tributar afanes de costeabilidad imperecederos.
El 8 de noviembre del año pasado (coincidentemente en domingo), no me perdí la oportunidad de hablar sobre Alejandro Murat en otro diario estatal (La imagen digital). En ese tiempo decía: “A esa generación que nació con los reflectores de su lado, le inoportuna la violencia burda.” De hecho, esa es nuestra única esperanza: que la violencia se decrete como justificación sólo de los trogloditas, que esperamos no tener en la administración próxima de Oaxaca.