La crudeza con la que se mostraron imágenes del desplome del embajador ruso Andréi Kárlov ante las amenazantes balas de un policía turco en Ankara, vuelve a complicar el escenario de la guerra siria que no encuentra aliento de paz ante la llegada de este fatídico suceso conmovedor y escalofriante para los países involucrados. Alepo muestra imágenes terribles de una población devastada a juzgar por las ruinas y personas que no alcanzan el consuelo de las fuerzas en disputa, de la motivación económica de los grupos beligerantes sirios que desde la insurgencia preservan poder e influencia según el dictado de la realpolitik y del involucramiento de países cuyas intervenciones sólo proclaman intereses conspiratorios para detentar el control de la región. Las cifras que reporta en 2014 el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ascendían a 140 000 muertos, 6.5 millones de desplazados internos y 2.8 millones de refugiados, producto de la guerra entre fuerzas del presidente Bashar al Assad y la insurgencia siria.
No es casual que un diplomático ruso fuera el objetivo de este homicida flagrante turco. En alguna investigación se declara ser la proveedora de armas y de blindar a Siria sus pretensiones de avance táctico y militar a través de su diplomacia. Se puede decir que los diplomáticos están de moda, pues habría que mencionar como dato curioso, la embajada de la Coalición Nacional Siria (oposición a Bashar al Assad) alentada por Qatar para establecerse en territorio de este emirato. Esto quiere decir que detrás de la defensa diplomática rusa hacia Siria, se encuentra la supervivencia chiita que prevalece en el eje sirio-libanés(Hezbollah)-iraní, efecto contrario a la alianza sunita auspiciada por Turquía, Arabia Saudita y Qatar.
Para hacerle frente a una guerra en la región del Medio Oriente, las relaciones con Rusia e Irán son prioritarias para Siria, máxime que ahora efectivos militares de aquellos países atienden conflictos en donde demuestran su superioridad y la ocupación que mantenían en suspenso las fuerzas rebeldes en importantes plazas sirias. “Tomar posición”, fue una estrategia de cambio que adoptaron los países árabes heredada por la “primavera árabe”, luego que la indefinición obligara a fustigar a dos de sus gobernantes en el área: Muamar el Gadafi en Libia y Hosni Mubarak en Egipto. La guerra en Siria no podría esperar mayor asomo de incertidumbre, si despejamos de la confrontación real, la confrontación visceral entre kurdos y la milicia islamista radical (Estado Islámico). De ahí la “toma de posición” para países cuyos intereses podrían desequilibrarse de no demostrar apoyo decidido hacia fuerzas no estatales (milicias en resistencia y en alianza entre ellas), desbordando dos bloques en donde la insurgencia libanesa Hezbollah detenta un importante cruce de armas beneficiando intereses de Siria e Irán que se articula con la base militar Rusa en el puerto sirio de Tartús (Mediterráneo). Hezbollah juega aquí un papel que en algún momento le correspondió también a Hamás (Palestina): contener la progresión israelí.
La diplomacia rusa ha sido clave para entender la oposición de esta nación a la intervención de Occidente en asuntos claramente internos de los países árabes. Tal fue el caso de la abstención que demostró Rusia a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que con el pretexto de defender a los civiles, permitió a países como Francia e Inglaterra alentar a los rebeldes a Gadafi potenciarse en Libia y establecer un régimen a modo con los criterios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. El contacto con los grupos rebeldes como el Estado Islámico, se le salió de proporción a Francia, tal y como ya lo ha narrado Thierry Meyssan(“La República francesa como rehén”), generando atentados en París en noviembre de 2015 y su réplica en Bruselas en marzo de este año, después de una autorrestricción francesa luego del llamado plegamiento o coalición internacional que Estados Unidos demandara a los países representados en la OTAN. El saldo: el Estado Islámico ofrece la misma dosis de terror que Francia le asestó cuando deliberadamente y tardíamente apoyó a los kurdos (enemigos del EI). “Si el Emirato Islámico realmente quisiese ‘vengarse’, sería en Moscú donde habría realizado esos ataques”, ha dicho Thierry Meyssan hace un año un mes.
Desde luego que la idea de vengarse de Rusia no la dio este pensador francés, pero como en el caso de Bruto, uno de los asesinos de Julio César: la intelectualidad pudo llevar a este presunto solitario suicida turco a vengar la reminiscencia de una guerra que ha desatado las más crispantes vejaciones de oportunismo global.