En relación con los requisitos de admisión que algunas velas establecen, se ha desatado una serie de argumentaciones, por lo menos, controversiales. Aunque no quería (por lo controversial del tema), voy a meter mi cuchara a ver si no sale embarrada.
No voy a entrar en detalles del origen de las velas y sus particularidades, porque eso es motivo de otro análisis.
Quiero sólo referirme al hecho de los requisitos de admisión que algunas velas han establecido.
A pesar de que las velas tienen diverso origen y motivos para su existencia, hay algo que tienen en común: son organizadas por particulares (salvo la Vela 5 de septiembre que es organizada por el ayuntamiento en turno y que sería la única realmente popular o del pueblo, ya que se realiza con fondos públicos).
Estos particulares se han organizado en cofradías o sociedades con un interés común a ellos ya sea por oficio, por devoción o por lazos familiares y por tanto son ellos, con todo derecho, quienes (previa consulta a sus socios o Xhuanas), establecer las reglas, requerimientos y condiciones para todo aquel que quiera participar de su fiesta o vela, ¿por qué? Porque es una fiesta particular, así de sencillo.
Es decir, quienes organizan la labrada de cera, la vela, la regada, la misa, la lavada de ollas, quienes gastan en las orquestas, en las botanas y bebidas para disfrute de sus invitados son los socios de la vela, nadie más, y en consecuencia ellos deciden cómo quieren que sea su fiesta.
Cuando cualquiera de nosotros de forma particular organizamos una fiesta decidimos a quién invitar y las condiciones: que si es de “traje” (que cada quien lleve algo de bebidas o comida), que si es pijamada o de disfraces, de etiqueta o equis, lo que a cada quien se le ocurra, nuestros invitados valorarán si asisten o no bajo esas condiciones. Si alguien me invita a una fiesta de disfraces o una pijamada y a mí no me gusta eso (como de hecho es, así que ni me inviten a sus fiestas de ese tipo, jeje), pues simplemente no voy y si voy contraviniendo las reglas y no me dejan pasar, no puedo argumentar que me discriminan por mi condición humana (sea cual sea) será consecuencia de no ir con mi pijama o mi disfraz de supermán. O si me dicen que es de etiqueta y no acostumbro vestir así, pues valoraré si me rento un frac o no asisto, dependerá de mi grado de amistad o compromiso, pero no me presentaré con una playera y pantalón de mezclilla exigiendo que me dejen pasar.
No sé si me explico. Durante un año, cada año, un grupo de particulares se esmera en organizar su vela y tienen una idea de cómo la quieren, buscan un diseño bonito para sus trajes y quizá alguna joya, piensan en como agasajar a sus invitados, se limitan en sus egresos, ahorran durante ese año para poder cubrir los diferentes gastos que implica sacar una vela adelante y tener la satisfacción de que todos los participantes, socios e invitados disfruten y se vayan contentos de la fiesta, su fiesta, y por tanto ellos deciden cómo, a quienes invitar y bajo cuáles requisitos.
Afortunadamente hay muchas velas, cada una con sus propias características, y son las sociedades de cada vela las que deciden cómo hacer su fiesta, a qué orquesta contratar, si quieren que haya una banda regional alternando para que las mujeres luzcan sus trajes, si permiten la entrada a todo mundo como quiera ir vestido, si previo al baile hacen show, pasarela, discurso y coronación de su reyna -así se lleven más de dos o tres horas en eso-, si ceden al político de moda en turno la mayordomía aunque no sea socio, si exigen guayabera y pantalón negro o si cualquier camisa blanca y pantalón oscuro es permitido, que si riguroso traje de gala bordado, o también se puede con enagua de olán, que si admiten muxhes vestidos con traje o no los admiten, que si no se permiten telas chinas estampadas en fin, un largo etcétera, son decisiones de cada vela, de cada sociedad o cofradía, pero como dije hay muchas, de muy variados gustos y por tanto hay para todos.
Recuerdo una vez que fui a la Vela Cheguigo. Compré mi cartón y a la hora de entrar no me dejaron pasar. Según yo, iba muy elegante: pantalón negro y guayabera muy fina de lino hindú, ¿el detalle? Mi guayabera era color crema. Así que no hubo de otra, regresé a mi casa, me puse una sencilla camisa blanca de algodón y asunto arreglado. La invitación especificaba que el color de la camisa debía ser blanco, tan sencillo como eso. ¿Me sentí discriminado en mi condición de hombre? Claro que no, había contravenido un requisito de admisión establecido para los caballeros, lo corregí y pude cumplir con el amigo que amablemente me había invitado a su fiesta.
Si en alguna vela el requisito de admisión para las damas es traje bordado y alguna se presenta con vestido normal o de noche, seguro que no la dejarán pasar, pero no será por su condición de mujer o por pobre; si un caballero se presenta con camisa de color y el requisito es guayabera blanca, no va a pasar, ¿por su condición de hombre? Claro que no. Si un muxhe llega vestido de traje bordado pero el requisito de esa vela en particular no lo permite, no lo dejarán pasar, no por su condición de gay u homosexual (ahora hasta la palabra muxhe ya es controversial), seguro que si llega de guayabera y pantalón negro será bienvenido. Hay otras velas que son más laxas y se puede ir como a uno le venga en gana (bueno, no tanto, todas tienen sus limitantes). Y por favor que no se me malentienda, creo que cada quien tiene derecho a ser, vestir y vivir según sus creencias y preferencias y lo defiendo –tengo grandes amigos gays y lesbianas-. También creo que todo derecho tiene su límite donde comienza el derecho de los otros y que los derechos de toda persona tienen el mismo valor sin importar condición social, económica o de género.
Y por favor, tampoco es porque sea la “élite zapoteca” apropiándose de las velas del pueblo, o que los requisitos de admisión son “prácticas sociales que agudizan la desigualdad y estratificación social”.
En las sociedades de las velas hay gente de diferentes estratos sociales y económicos y en cuanto a las prácticas que agudizan la desigualdad, más bien habría que echar una revisada a las políticas públicas y a cómo los políticos han conducido este país y beneficiado a los grandes capitales transnacionales en detrimento de las grandes mayorías en nuestro país. Pero esa ya es otra historia.
Todo se reduce, repito, a que las velas son fiestas de particulares y ellos deciden cómo hacerla, como cualquiera cuando hace una fiesta, afortunadamente nosotros tenemos el control de asistir o no a una u otra.
Por lo pronto voy a lavar mi guayabera y a reciclar, hermanos, a reciclar.