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Donashii, Donají: La princesa de Alma grande

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Princesa zapoteca hija de los reyes Cosijoeza y Coyolicaltzin, nacida en noviembre 1506. Al nacer el pontífice zapoteca pronóstico: “que la infanta es precursora de funestos sucesos en los que por amor a su pueblo, se sacrificará” por cuya profecía llamáronle Donají: “Alma grande o Magnánima, cosa estimada, querida, amada”.

Siendo la quinta y última hija de los soberanos zapotecas.
Al romperse las hostilidades entre mixtecas y zapotecas, los segundos solicitaron ayuda a Cortés, quién envió a Francisco de Orozco y Núñez del Mercado para que pusiera paz en aquellas naciones. Arribando a Oaxaca en noviembre de 1521. Orozco se dirigió a los combatientes para que depusieran la guerra, pues “no tenían razón de ser entre ellos por pertenecer sus dominios a rey de España”.

Por lo que toca a los mixtecas estos no atacaron a los españoles como tampoco se confiaron de que Cosijoeza depusiera su actitud, sino por el contrario, aprovecharía la inactividad del enemigo para organizar sus fuerzas que marchaban en su ayuda, por lo que solicitaron garantías para no ser sorprendidos por los zapotecas y pidieron en prenda a Donají, quien en su caso dispusieran de la vida de las demás si faltaba Cosijoeza a su compromiso. Aceptada por el rey zapoteca esta proposición, remitió a la princesa al campamento mixteca; quien fue recibida ahí con los honores de su rango, quedando en prenda de paz.

Tras el repliegue y pacificación momentánea de los mixtecas y zapotecas, es religioso Juan Díaz, se dio a la tarea de bautizar a los naturales del lugar dándole el nombre católico a la princesa Donají, de Doña Juana, para indicar su elevado origen. En diciembre de 1521 viendo la princesa distraída a sus centinelas, envío recado a los suyos para que atacasen al enemigo, lo que aprobó Cosijoeza, quien inmediatamente remitió a su amada hija mensaje para ponerla al tanto cuando en su habitación cayese un dardo de flecha se pusiese a salvo.

El campamento mixteco fue tomado por asalto, por cuya sorpresa, la resistencia fue vana. Lo que obligó a los defensores a retirarse, no sin antes llevarse a Donají, a quienes los capitanes llevaban como prenda valiosa en el negocio de la guerra. Al llegar a las riveras del Atoyac, decretaron la muerte de Doña Juana por haber faltado sus parciales al pacto celebrado, la degollaron ahí dándole sepultura inmediatamente, a fin de que los zapotecas ignoras en su paradero. La profecía se había cumplido, pero no la venganza del monarca zapoteca. Aquel odio indescriptible alimento el valor y fuerza de Cosijoeza, quién dueño de un imponente ejército ataca a los aguerridos ”mistu’ gui’dxi”. Pero el arribo oportuno de Orozco y Alvarado impidieron la guerra sangrienta de antiguas naciones amigas y los obligaron hacerse la paz.

Pasada la guerra los zapotecas se dieron a la tarea de encontrar los restos de La princesa y un día a las orillas del Atoyac, vieron un hermoso lirio morado que brotó de sus sienes antes ostentaba su fresca y galán hadas flores. Cavando el sepulcro con respeto y veneración, encontraron los despojos mortales de Doña Juana; pero quedaron sorprendidos al ver que la cabeza con el cuello hacia abajo, cara al Oriente, algo inclinada, hacia la izquierda, y con raíces de lirio, sobre la frente y sien derecha, y al parecer dormida, se conservase sin putrefacción alguna.

De lo anterior la leyenda es dueña. La historia dejó constancia del descanso final de aquella bella dama. En el convento de Cuilapan, un sepulcro tiene grabado: “Doña Juana Cortés” al parecer fueron los frailes dominicos quienes, por su rango social, diéronle como descanso eterno el convento de lugar, edificio jamás concluido. Como quedó Donají impidió su acabado, para no escuchar oraciones a otros dioses ajenos a la teología zapoteca.

Tomado del libro: ¡Ay Nana!, ¿Qué pasó? Sucedió en el Istmo de Tehuantepec. 1a. Ed. 2018. Mario Mecott Francisco. Carteles Editores, pp. 45-46.

 

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