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Fri, Apr

Guie’ xhuba

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Un día fueron apareciendo y no las pude detener, esferitas marrones pasaron por toda mi mano, cuando vine a darme cuenta, ya las cubrían por completo. Tu abuela me quiso advertir y ahora yo tengo que advertirte. Yo no soy celosa, tú lo sabes. He compartido la receta con todas mis hermanas a pesar de tu abuela, que en paz descanse. Ella sí era celosa. No sabes cuántas veces le pedí que me enseñara, pero siempre decía que esas cosas no se comparten. La comida y la bebida son un secreto que una se lleva a la tumba, me decía. Nunca cedió y yo aprendí como aprenden los maestros, de ver. Si tu abuela supiera que todas mis hermanas saben su receta, vuelve y me lleva con ella de vuelta a la muerte, a lo mejor eso pase conmigo.

Sólo tenía veinte años, dejé los estudios y me casé. Tardé dos años en aprender a hacerlo, de ahí, el primer día que vendí sola, empezó a salirme espuma de las manos, la espuma que ves ahora y que no quiero que te salga, por eso no me gusta que me acompañes, pero a veces no me doy abasto sola y tú te ofreces. Nada puedo hacer. El bu´pu y el trabajo de tu papá, finalmente, los ha sacado adelante a ti y a tus hermanos. Siempre digo “El bu’pu” como si fuera una persona y es casi un espíritu que ha venido a salvarnos, pero se ha quedado vagando en mis manos después de la ayuda.

Prepara el atole, yo veo la pasta. En fin, tu abuela dejó que aprendiera porque yo no sabía nada y no quería depender enteramente de tu padre, yo me quería casar con él por amor, pero nunca vi lo del dinero y una quiere sus caprichitos a los veinte, quiere comprarse ropa, salir al cine, ir al parque por un helado. Tu abuela, mi suegra, me decía “pues si no quieres depender de él, aprende algo” Yo le decía que quería aprender a hacer bu’pu, ella, que se iba a llevar la receta a la tumba, pero terminó por dejarme. Ahí comenzaron las primeras burbujas, como por arte de magia, pequeñas burbujas del color de la tierra cuando está seca, se asomaban entre mis dedos. Después ella enfermó, después falleció y me dejó el duelo - casi era mi madre- y me quedé con el bu´pu. Nunca me di cuenta en toda su vida que la espuma de sus manos salía sola. De haberlo sabido. Pero todo se lo debo al bu’pu, por eso no me quejo.

En mis comienzos de vendimia me tocaba ir a la casa de la gente, iba con el triciclo de tu papá, mis ollas y mis jícaras. Ya después con el tiempo es que alcancé lugar para vender frente al palacio municipal, tu papá me ayudaba siempre y en cuanto creciste, pues me ayudabas tú como hasta ahora. Recuerda mover bien el atole. Ojalá haya mucha venta, si no, se va a agriar y agrias ya estamos las dos de ver a tanta gente pasar al puesto, de verdad te lo digo, no hay vuelta atrás, una vez que empieces, las burbujas cubrirán tus manos. ¿De verdad te gusta? ¿De verdad quieres aprender? Llévate la pasta al taxi. Parece que va a llover. Ojalá que no.
Otra cosa no he conocido. Ustedes son el único sueño que me queda, dejé de soñar hace catorce años. Con el tiempo no llegaron las idas al cine ni el vestido elegante que vi en aquella tienda; no llegaron los pulsos de oro por montones, no llegaron los restaurantes, de sueños nomás ustedes. Por esos se los repito a cada rato, no quiero que hereden esta espuma terca que se ha quedado en mis manos, ahora ya casi nunca puedo ver mis dedos. Estudien y sean alguien en la vida, a parte del bu´pu no tienen otra cosa que heredar. Recuerda resguardar un poco de la pasta, ya casi se va la temporada de guie´ chachi y no tenemos mucho. Duelen los recuerdos cuando todos los sueños se fueron. Me casé con tu papá muy joven y heredé muy pronto esta espuma. Muy pronto, dicen que lo que se hace pronto acorta la vida, tú estás bien así, no hay prisa de aprender, tú estudia. Tú debes ser alguien de provecho. No quiero que lo único que heredes sea esta espuma. No te olvides de los platos zampa, alcánzame el molinillo y vámonos apurando. Esta lluvia amenaza, por lo menos que alcancemos una docena de gente. El guie ´chachi escasea.

¿De verdad quieres aprender? Una vez que lo aprendas, vagará en tus manos como en las mías, empieza como si el bu’pu se te embarrara en los dedos y termina por cubrir tus manos hasta que el sol se muera. A tu abuela la enterramos con la mortaja cubriendo sus manos para que nadie en el pueblo se enterara, a mí me harán lo mismo, por eso no te dejo hacer mucho, nomás atender, así no tocas nada, no se te impregna nada. No te casas a los veinte y estudias y tienes un trabajo que dé. Así te compras vestidos y vas al cine sola o acompañada, así te salvas o te salvo, nos salvamos de esta vida, aunque yo le deba todo al bu’pu, aunque ustedes coman de él. Pero esta espuma, más que vergüenza, es temor. Ahora lo entiendo todo, no eran celos los de tu abuela, era que me protegía de este destino tristemente dulce del que ya no me puedo salir. Llévate las otras cosas al taxi, es hora de irnos. Déjame ver tu mano… Ay, no. Ay, Dios… las burbujas comienzan a asomarse.

 

Senado de la república