El día que mi mamá falleció, mi papá me dijo que yo estaba limpio, que nada había en mi memoria que ensuciara mi alma, que ese había sido su mejor servicio. Quedé limpio de culpa porque le di todo lo que me pedía mientras ella vivía. Mi papá me decía “dáselo, lo necesitas” y yo se lo daba: lavadora, ropa, comida. Mi papá es recolector de basura y anda todos los días con su remolque atendiendo a sus clientes. Yo, que estudié administración de empresas, digo que él es un empresario de la limpieza. Todo lo limpia él con tal minucia que pareciera sacarle brillo hasta las cajas de leche. Lo primero que limpia es nuestra casa, lo segundo es su conciencia, después se va al centro a sacar la basura de las casas de sus clientes, a limpiar sus patios.