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Sat, Apr

Rosamaría y las posesiones del espíritu que añoraba las pachangas juchitecas.

Istmo
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En esos tiempos, la práctica de los valores entre los habitantes de la comunidad, era la base fundamental para la convivencia fraternal y respetuosa en ambientes familiares y vecinales. En el barrio de Saltillo, conocido también como cheguigugueete o novena sección,una fiesta de bodas significaba un acontecimiento que llenaba de alegría hasta en los corazones de los vecinos de los contrayentes.

Fue un domingo de la última semana del mes de Mayo del año de 1950, cuando Macario y Vicenta, bailaron alegremente el son “mediushiiga”, cobijados por una fresca enramada techada con cantidades considerables de ramas de palmas, traídas desde los terrenos de La Ventosa; por la nochecita, y una vez concluida la fiesta, los padrinos de velación ofrecieron su bendición a la pareja, elevando sus plegarias al todopoderoso para el bienestar, la felicidad y la prosperidad de Macario y Vicenta. A siete casas de distancia, el anciano Esteban Chevez, desensillaba su cansado caballo después de cumplir su dura jornada en el huerto ubicado en la rivera del río, Esteban era conocido en el barrio como el jardinero, a pesar de su avanzada edad, fue un hombre incansable para el trabajo y nulo interés para las fiestas; cuando tenía la oportunidad de platicar con los pocos amigos que tenía, con frecuencia decía que, el tiempo que dios destinaba a cada ser humano, es tan corto, como para desaprovecharlo en eventos donde la vanidad lo es todo; él argumentaba que la prioridad y base de la prosperidad es el trabajo, por eso, su rutina diaria laboral fue de seis de la mañana a seis de la tarde, varios caballos que utilizaba para regar sus plantas dejaron de existir por agotamientos. Cuando por casualidad pasaba por algún lugar donde se realizaba alguna fiesta, tenía la costumbre de mover su cabeza como desaprobando lo observado y al mismo tiempo mostraba una sonrisa sarcástica. Así fue su concepción personal en la existencia terrenal. No obstante, haber sido un vecino cercano, el anciano jardinero, no asistió a la fiesta de aquella fecha.

En aquellos años, los ancianos decían que eran buenos tiempos porque las lluvias llegaban puntualmente y las cosechas fueron abundantes. Con el pequeño patrimonio consistente en: una mancuerna de bueyes, seis vacas, un caballo y cinco hectáreas de tierra fértil, Macario cubría lo necesario para que su joven esposa no se esforzara mucho en la elaboración de los totopos; sobre todo, por su embarazo. En el mismo mes de Mayo, pero del siguiente año, Vicenta dio a luz a una linda niña, a quien bautizaron con el nombre de Rosamaría, dijo Macario que, lo de Rosa, es por las flores que abrieron sus pétalos en los rosales en ese día primaveral, y lo de María, es por la promesa hecha a la virgen María. Desearon tener mas hijos, pero no fue posible, resignándose con el tiempo con la alegría de tener una sola hija, a quien dedicaban sus atenciones y obviamente la entrega de sus cariños y cuidados de rigor.

En el cumpleaños número doce, de Rosamaría, sus padres le organizaron una pequeña convivencia familiar, con la asistencia de unos cuantos vecinos cercanos; la preparación del mole se distinguía a distancia por el agradable sabor; cinco enormes guajalotes hicieron compañía al rico mole, no podía faltar el buen mezcal, las cervezas eran desconocidas en aquel entonces, lo que si se repartieron en la fiesta de doce años de la única hija, fueron las famosas “sodas”, bebidas dulces con algo de gas como ingrediente, contenidas en botellas similares a los cuartitos de cervezas actuales. Las risas que los asistentes compartían con los padres de la festejada cubrían de alegría y felicidad el hogar de aquella pequeña familia. En eso estaban, cuando Naa Luisa Bédxe, conocida curandera del barrio, se presentó toda apresurada y angustiada para dar la desagradable noticia, sobre la partida al más allá del anciano jardinero Esteban Chevez, cuando suceden estas cosas, nunca falta quien por curiosidad quiera saber el como, a que hora y donde sucedió tal acontecimiento. La curandera, que por lo general era la que mas se enteraba de esto y de muchas cosas más, dijo que el anciano, se sintió cansado después de regar todas las plantas y flores diversas que tenía en su huerto, por lo que buscó la sombra de un árbol de chico zapote, y se sentó en un viejo taburete, ahí se durmió y ya no despertó; Casimiro Zárate, un campesino que regresaba de su milpa, se le hizo extraño que el anciano jardinero no contestara su saludo, pues le dijo Paadiushihuaachídirigoola (buenas tardes anciano), repitió hasta el cansancio los saludos, pero al ver que no hubo respuesta, abrió las trancas de la entrada al terreno, grande fue su sorpresa al notar que Esteban Chevez ya no pertenecía a la vida terrenal.

En Juchitán, es bastante común escuchar que, cuando alguna persona no sociabiliza; es decir, no asiste a fiestas, sepelios, velorios o cualquier evento social, en donde se acostumbra ofrecer unos cuantos pesos como símbolo de cooperación o apoyo para los gastos que los anfitriones realizan, existe la certeza de que cuando dicha persona lleve a cabo algún acontecimiento, son muy pocas las asistencias y los apoyos solidarios, y en el peor de los casos, cuando le toca dejar el mundo terrenal, a duras penas se completan los cuatro hombros para cargarlos y despedirlo; ese fue precisamente el caso de Esteban Chevez; fue muy triste su cambio de residencia.

Pasaron cinco meses desde que el anciano jardinero, se despidió del barrio Saltillo o cheguigugueete. El medio día del 30 de Octubre de ese mismo año, un acontecimiento sorprendente y terrorífico se suscitó en el hogar de Macario y Vicenta; Rosamaría, la única y adorada hija, repentinamente se desplomó al suelo mientras barría el patio de su casa, su madre hizo a un lado la bola de maza de maíz que tenía en el metate y corriendo con angustia y desesperación llegó hasta donde estaba su hija, cuando ella llegó al lugar, ya se habían acercado algunos vecinos cercanos a la casa. Rosamaría mostraba una especie de convulsiones, de su boca brotaba babas en exceso, sus ojos brillaban, se jalaba sus cabellos, gritaba mucho, pero nadie entendía lo que decía; rápidamente mandaron traer a Naa Luisa Bedxe, la curandera que entre sus gracias también entendía, y ya tenía alguna experiencia sobre posesiones de malos espíritus, al ver la terrible escena de ese medio día del 30 de Octubre, la anciana curandera, empezó a rezar, con las señales de la santa cruz, las vecinas también acompañaron el rezo. Después de una hora, Rosamaría volvió en sí, sin recordar absolutamente nada de lo acontecido, solo que su estado de ánimo desde aquel momento cambió completamente, su rostro aparentaba una persona de mayor edad, caminaba muy lento, como su tuviera mucho cansancio. Por la tarde, cuando Macario regresó de su labor, su esposa le platicó lo que había pasado, diciéndole que según el diagnóstico de Naa Luisa Bédxe, se trata de un caso de posesión de un espíritu maligno, que por alguna razón no pudo llegar a su destino final, y que por ese motivo anda penando, se trata pues de un caso muy delicado que ameritaba mucha atención.

Todos los medios días y durante dos meses, el espíritu perdido en pena, se apoderaba de la pequeña Rosamaría, fueron muchas lágrimas las que derramaron sus padres, hicieron infinidad de promesas a santos conocidos y recomendados por otras personas por la salud de su hija. Macario vendió todo lo que fue su patrimonio familiar, por recomendaciones de amigos y conocidos, acudieron a cuantos brujos de la región sin resultados favorables; la salud de Rosamaría se debilitada día a día, parecía que el espíritu maligno, ganaría la batalla y que finalmente se llevaría a la niña. Estaban a punto de darse por vencidos, cuando una noche Macario soñó que en la octava sección o Cheguigo norte, había un templo espiritista, en donde una señora de nombre Candelaria de Jesús, a la que le llamaban hermana Candelaria, era muy efectiva para invocar y dialogar con todo tipo de espíritus, buenos o malos, a todos los bajaba de donde estaban y les exigía confesar el motivo de sus fechorías en la tierra; sobre todo, en los cuerpos de gente inocente.

Al amanecer, Macario se levantó a las cinco de la mañana, se bañó, al salir de la casita de palma que hacía la función de baño, distinguió las estrellas que forman la figura de una cruz en el cielo, se persignó y con lágrimas en los ojos agradeció a la virgen María por la señal que le dio en el sueño que acaba de tener, los gallos ya llevaban rato con sus cantos madrugadoras. Rosamaría dormía en una hamaca colgada en dos horcones de la enramada, Vicenta al ver a su esposo como preparándose para algo extraordinario en ese día, se levantó y de inmediato prendió la fogata para prepara el café. Mientras tomaban el café acompañado con cuatro panes bollos, Macario le platicó a su esposa del sueño que tuvo esa noche, Vicenta quedó sorprendida y, mientras miraba a su esposo, con su huipil se secaba las lágrimas que brotaban de sus ojos, pero sus rostros ya no reflejaban tristeza, como que sus corazones enviaban mensajes de esperanza, porque los dos aceptaban que la señal venía de la madre de dios, como lo platicaron después.

Antes del medio día, Macario, Vicenta, Rosamaría y dos vecinas más llegaron al templo espiritista, inmediatamente fueron recibidas por una mujer, que los saludó con amabilidad, con voz suave y tierna, Macario fue el mas sorprendido por la personalidad de la hermana Candelaria, como para que no oyeran, se acercó a su mujer y le dijo al oído,..esta señora en verdad que parece una santa, pareciera que no es de este mundo, pereciera que había bajado del cielo. A unos segundo de que el sol indicara con su posición la llegada del medio día, la enigmática dama los acompañó al centro del templo, para esto, doce damas vestidas de blanco ya esperaban la presencia de la niña poseída. A unos instantes de la entrada de la paciente y su familia, Rosamaría empezó a convulsionar, a jalarse los cabellos, a babear como siempre, antes de emitir los gritos irreconocibles, la hermana Candelaria, con gesto autoritario y palabras de mucho rigor, empezó a cuestionar al espíritu maligno, le preguntó sobre su identidad, con palabras de autoridad sagrada, le cuestionó acerca de los motivos de su penar y que era lo que realmente quería como condición para abandonar el cuerpo de la niña, cuales eran sus condiciones para dejarla en paz. Después de un tiempo considerable de las visitas del espíritu, por primera vez escucharon con claridad sus palabras y distinguieron la voz, era la voz del anciano jardinero Esteban Chevez; acorralado por la presencia de las gentes de dios, finalmente confesó, que en vida terrenal, nunca disfrutó de una fiesta, que en su vida se la pasó trabajando, y que al dejar el mundo terrenal, no logró entrar a la gloria porque su corazón y su mente en espíritu añoran lo que no tuvieron, dijo que aunque sea en forma de espíritu, quería sentir un poco de alegría y tal vez algo de felicidad que ofrecen las alegres pachangas juchitecas, por tal motivo, condicionó a sus familiares a que le ofrecieran una misa, y después de la santa misa, realizar una fiesta en la que toque la banda de Carlos Robles Nicolás durante doce horas, además que los asistentes bailen y tomen mucho mezcal.

El seis de Enero, cumplieron la voluntad espiritual de Esteban Chevez, sus familiares y los familiares y amigos de Macario y Vicenta, le ofrecieron una santa misa y la fiesta que pidió. A partir del siete de Enero, nunca más regresó el espíritu maligno. Rosamaría se libró del Anciano jardinero. Pasaron los años, Macario como buen trabajador campesino y como lo platicó su esposa Vicenta años después, el todopoderoso no solo los libró de las cosas malas, sino que también, les bendijo para recuperar algo de sus patrimonios perdidos. Rosamaría no se casó, se dedicó a ayudar a su mamá en la hechura de muchos totopos a manera de obtener algunos pesos de ganancia. Tuvo pretendientes, pero hasta la fecha sigue atendiendo a su padres, ella ya rebasó los sesenta años de edad.

 

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