Los ríos están asociados a los asentamientos humanos. Desde que el hombre se volvió sedentario, es su eterno aliado. Forma parte de la subsistencia humana.
Tequisistlán no es la excepción. Hay constancia desde el Siglo XVI, los frailes dominicos consideraban al Río Tequisistlán: “un río que baja de las montañas de delicadas aguas y, en sus crecientes muy caudaloso y siempre de regalado pescado, de escogidas truchas, bagres y mojarras”.
Recordemos más de su historia: la creciente de 1944, causante de llevarse la cimbra del puente. Otro hecho de su monumental caudal, fue, al arrasar árboles y casas, el 5 de julio de 1960.
El Río Tequisistlán alcanzo su máximo nivel en 1997, al acariciar el piso del Puente que llega los 15 metros de altura y más de 100 mts. de ancho. En esta demostración de su titánica fuerza se llevó casas, caballos, bueyes, y la mitad de la superficie productora de limones, papayas, cocales, sandias, melones.
En tiempos normales el río fue suficiente para alimentar enormes extensiones de la agricultura. Además, abastece a la exigente empresa comunal de mármol y ónix primo tapia, desde los años 40. Es "principal proveedor" de la presa “Benito Juárez”. Los arroyos: Chile, Pateta, Carnero, Pan facha, Mosquito y el salado, le canalizaban abundantes aguas. En el puente se formaba un gran recodo. La profundidad con la que se desenvolvía era muy respetable. Un dato más, hace inolvidable la fortaleza del río, la práctica de clavados de tres a seis metros de altura. Para la pesca, bastaba llevar arpón hecho de alambre y visor, anzuelo con pedazos de masa o ciempiés que servían de carnadas y atarraya. Los chacales, mojarras, bagres, sardinas, cuatrojos, tripones, barbudos etc...eran exquisitas y consentidas del paladar.
La flora y la fauna en su fulgor, gracias, al entonces, inagotable vital líquido. Eso ayer. Hoy, el río ni al tobillo del puente alcanza. La naturaleza cobra su descuido. Pese a ello, la tala de árboles continúa. Se rompen mantos acuíferos. Sigue reinando la ambición del hombre y su daño, es irreversible. A pesar de todo, el rio ha sido generoso y se le debe la subsistencia. Ahora, al rio le abriga, una gigantesca capa de lama. Es el "premio" por tan "honrosa" competencia a la irresponsabilidad. El puente y el río juntos. Ese par de imanes de humanos, solos y olvidados. Ni un alma. Menos una santa misa.
Saludos y felices vacaciones.
Desde la llave del Istmo.
Abril del 2017.
