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Thu, Apr

Canción de la Juventud

Istmo
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Cuentan las buenas lenguas que por el mes de marzo un simpático personaje, por buen nombre conocido como Juan Chana, al intervenir en un programa de radio y referirse al tiempo en curso, señaló a “este agonizante año”. Por qué dices tamaña cosa, si apenas estamos en el tercer mes, le interpeló un abogado conocido con el apelativo de Michi. La respuesta de Juan fue una saeta, de tan rápida: Es que se oye muy bonito.
Y sí. Este dos mil quince tuvo un excelente sonido, por tantas novedades y afirmaciones en el terreno de la producción juvenil artística juchiteca. Veamos.
En el ámbito de la literatura, un grupo de nuevas voces, de nuevas letras, deja ver ya una calidad que presagia un amplio porvenir en nuestro escenario o más allá. El poeta bilingüe Elvis Guerra comienza a plantar sus pasos con firmeza, accediendo incluso al Premio Casa de literatura zapoteca de este año, merced a su participación en el taller de creación literaria iniciado por Gerardo Valdivieso, otro joven poeta, además de cronista y periodista, que está afilando también sus propias armas, como lo ha demostrado en sus más recientes crónicas y reportajes.


A estos dos se suman Michel Pineda, Amílcar Meneses, Josué Dante, Guillermo Coutiño, entre otros. Mención especial merecen las jóvenes poetas, como Ivonne Sáenz, Sonia Prudente, Alba Magariño.
Como en cualquier otro oficio, lo importante aquí es que no pueden dejar de intercambiarse sus textos, dialogar de manera crítica en torno a ellos. El fuego fatuo de creerse ya escritores maduros, los puede consumir. Como en cualquier otro oficio, la preparación constante, la lectura, es indispensable. Parafraseando a Sabines, y como el amor, diré que la escritura es siempre el paso siguiente, el otro…
En el terreno de las artes visuales, asusta ver la cantidad de nuevos rostros en este menester. El mismo Michel Pineda, Rodrigo Vásquez, Ernesto Cabrera, Ricardo de la Cruz, están apuntando sus armas “cargadas de futuro”, con una constante: buscar iconografías que no los aten a lo ya usado y reusado; buscar –incluso- salir de la tradición o hacer escarnio de ella, como en el caso de Cristian Sánchez, que en su mismo nombre artístico traza su aspiración iconoclasta, firmando como “Puto padre”.
No la tienen fácil. Hay antecesores de mucho peso en Oaxaca que los jalan una y otra vez, pero no se dejan. Tienen en claro que si bien la raíz es la misma, el horizonte puede ser otro.
Por eso también buscan nuevas formas de expresión, otras formas quise decir. Y se zambullen en las riesgosas aguas del graffitti, el arte urbano –como le llaman, será que lo hecho por otros, ¿es silvestre? ¿rural?
En ese terreno, han llamado fuertemente la atención Chiquitraca, el colectivo coordinado –que no encabezado, es un colectivo- coordinado, decía, por Gotha, que se inició en los caminos de la música y poco a poco cambió los bártulos de ese arte por los pinceles y los aerosoles (o las agujas, que también hace tatuajes). Por otro lado está el colectivo Círculo veintiuno, coordinado por Daniel Poetalatas, que ha salido por algunos estados del país a participar en actividades de difusión y expresión de su arte.
Unos y otros tienen un largo camino por delante, pero tienen –por supuesto- una luz que los ha de guiar, la luz de su independencia, de su libertad para expresarse del modo en que ellos han decidido. Han de atarse al mástil mayor de sus barcos para no escuchar el sórdido canto de las sirenas electorales, que no los arrastre la ventolera de la promesa, de la dádiva.
En cuanto a la música, no es menor la sorpresa. Innumerables trovadores, intérpretes y ejecutantes, han surgido en los años recientes, y que en los pasados once meses varios de ellos han mostrado sólido avance. Carlos Antonio Sánchez y el excelente proyecto Juchilangos es una muestra fehaciente de ello. O Giovanni Gutiérrez que ha crecido en su calidad guitarrística, amén de contar con canciones de buen nivel. O el pianista Ezequiel Nushpián, que sin duda todavía va a ofrecer lo mejor de sí en poco tiempo.
Aquí es necesario detenerse para destacar un hecho. En los tiempos recientes está apareciendo una generación de músicos que se sacuden la rémora de la repetición incansable de un repertorio que no rebasaba las treinta canciones, interpretadas prácticamente de la misma manera, sin aportación alguna. Lo cual era evidencia más que suficiente de la escasa preparación que se tenía, del poco interés por buscarle nuevas aristas a los acordes, nuevos arreglos.
Ahora hay interés, búsqueda, incluso la aportación de nuevas piezas para el cancionero istmeño, nacional. En una tierra tan musical como la nuestra, era de extrañarse que no se produjera alguna novedad. Parece que comienza el despertar.
En ese despertar se inscriben los raperos, que, como dirían los clásicos, “piensan local y actúan global”… y al revés, hundiendo su imaginación en la ancestral raíz zapoteca para salir al aire con ritmos contemporáneos.
(Terminado el texto me percaté de una omisión, el excelente trabajo que está desarrollando José Gómez, a través de su Centro de Educación Músical Xavizende, que ha conformado una excelente banda infantil y juvenil de música regional, y que estremeció este golpeado corazón, mientras pasaban ejecutando un son en ancas de un camión de redilas, en la regada de la Vela San Vicente, allá por ese mes que deja estragados organismos, mayo.)
Una disciplina que era prácticamente un terreno yermo era el de la fotografía (sin olvidar, claro, al gran Sotero Constantino, y al iniciador del Foto estudio Holliwood, cuyo nombre se me borra, pero que formó también una interesante colección de desnudos, con mujeres de los cincuentas, pero que no se exhibieron en esta tierra, por obvias razones). Hoy aparece, iba a decir una generación, pero no, no se trata de una generación. Una golondrina no hace verano. Sin embargo, resulta reconfortante apreciar el trabajo de quienes navegan a lomos de la luz… y de la sombra. Hay que nombrar, por supuesto, al unidalguense Jacciel Morales, con un sólido manejo del espacio, de la composición, de la conceptualización.
En similar tenor se hallan Francisco Ramos, Irán Luis, Ramón Efraín Bragaña (juchiteco por derecho). O Roselia Chaca y Gerardo Valdivieso, que hacen sus propios ejercicios en este campo. Una observación general habría que hacer: El fotoshop no hace al artista, es tan sólo una herramienta, que no puede suplir al talento, al conocimiento propiamente del oficio.
¿Y en otras áreas? ¡Claro! Necesitamos voltear a ver la intención que se tiene en el Micro teatro Campo cuarenta y uno, y abonar en ese camino de las artes escénicas que parece estar vedado a los juchitecos y juchitecas. Salvo el caso de Verónica Musalem, que ha hecho toda su carrera fuera del Istmo, y el de Julio Bustillo Toledo, de quien todavía esperamos su aparición artística por estos rumbos.
Por supuesto, es necesario saludar nuestro ingreso al cine, al video, de la mano de Michael Matus y Mario Bustillo. Michael, ya como asistente de producción en Carmín tropical, y Mario, que mostró un documental en torno al maestro Víctor Chaca.
Una última sugerencia, aportada por Ezra Pound, quien en su Arte de la poesía escribiera, cito de memoria: Haber aprendido a aporrear el piano no nos da derecho a dar conciertos. Y agrego: No todo lo que sale de las manos de un presunto artista, es arte; es preciso efectuar siempre el ejercicio de la autoevaluación… y tirar lo que no sirve.
Canción de la juventud rotulé arriba de estas líneas, y eso es, una canción que celebra la ebullente vida artística de Juchitán, gracias a esta nueva generación que ahora se pasea ufana y feliz por nuestras calles decembrinas. Como que sabe lo que son sus alas.
Mi hermano Macario Matus, que el próximo enero cumpliría setenta y tres años, aplaudiría con regocijo al ver este panorama. Seguro.
Post data: faltan nombres, por supuesto, pero esta no es una relación exhaustiva, solo una aproximación. Saludes!

 

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