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Sat, Apr

Una de gallos

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(Primer Viernes de Cuaresma en Xadani)

Por las trompetas parlantes se anunció desde una semana antes: “Gran Derbi de pelea de gallo en Santa María Xadani, no falten, emocionantes peleas de gallo para toda la familia, habrá venta de refrescos y cervezas”. A la publicidad se agregaba una larga relación de partidos a encontrarse en el palenque xadaneño. Willia lanzó el convite: “vecino, el próximo sábado va a haber derbi, se va a poner bueno”. Pesqué la invitación al vuelo.

El caso es que tal competencia avícola se haría a honras del Primer Viernes de Cuaresma, la fiesta de este pueblo golpeado tremendamente por el terremoto de septiembre pasado. Golpazo tal, que obligó a la Sociedad organizadora de los festejos a suspender dicha celebración. No habrá fiestas, dijeron, no podemos andar de jolgorio cuando hay tanta gente lastimada, tanta casa perdida. Así que los mayordomos acordaron ofrecer solamente una misa y un pequeño convivio para el domingo dieciocho de febrero.

No hubo tirada de frutas ni baile de capitán, de capitana ni de reina; eso sí, los muxes –uno de los dos grupos aquí organizados, pues el otro de plano se sumó a la austeridad municipal- los muxes –digo- informaron que harían su acostumbrada vela. Ya la autoridad del pueblo había anunciado en bando que se suspendían las fiestas y la venta de cervezas, aunque fue justamente una funcionaria de palacio quien abriera el camino pachanguero al organizar una gran fiesta familiar, hará cosa de mes y medio.

Pero ya en los días de la presunta fiesta xadaneña, el ayuntamiento organizó una noche disco y un baile popular gratuito, solo cobraron el reservado de mesa y –claro- las cervezas de rigor. Los juegos mecánicos pasaron la semana con más pena que gloria, aunque el domingo el panorama mejoró sensiblemente.Gallos2

Ah, el derbi, sí, los gallos. Allá en el Salón Guendadxiña, que es como decir chicozapote, pero en lengua za, allá se dejaron llegar los galleros de la región istmeña. Poco antes de las seis de la tarde comenzó a circular la cerveza, inició también el alebrestadero de las aves, el nerviosismo de propietarios, la bulla, la chanza, los rumores.

Que si la vela de los muxes quedó en simple baile, pues tan solo seis de las socias llevaron puesto (aunque no faltó quien ponderara la animación de la dicha fiesta). Que si la autoridad municipal ya recibió un millón cien mil pesos de la cervecería Cuauhtémoc, para que los productos de esta empresa sean los únicos que puedan venderse en el pueblo a lo largo de este año (Y en qué lo ocuparán o a qué bolsas irá a parar el dinero, lanzó la infundada suspicacia alguien).

Que si la Corona alcanzó a colocar su estand para vender sus amargos líquidos en el festejo del domingo y ni modo que los del palacio los vayan a sacar de ahí, con tanta gente que hay. Que si a tal señor la policía le decomisó una buena cantidad de cartones de caguamas de cerveza Corona, hace una semana, pero qué creen, la propia policía anda consumiendo las caguamas incluso en horas de trabajo, como este escribidor pudo ver una tarde, allá por la segunda sección xadaneña.

(A resultas de ese decomiso, el afectado se vio envuelto en un lío: se dice que amenazó al comandante en turno con un arma, los compañeros de tal oficial desarmaron al hombre y le propinaron una golpiza, con la participación del propio comandante. Luego, éste último personaje demandó ante el juez municipal al afectado por el decomiso de cervezas y exigió el pago de diez mil pesos por el daño recibido. Cosas veredes.)

Y hagan sus apuestas, señores, grita el juez del palenque a media pista. Habla de los partidos contendientes en ésta que es ya la décima pelea, de veinte que conforman la primera de cuatro rondas. El vecino Willia nos informa que su gallo peleará en la refriega número diecinueve, así que a remojar la garganta y mirar cómo se emociona la gente con este ajetreo, cómo apuestan: voy cien al rojo, doscientos al giro, ahí va lo mío.

Uno observa todo este ritual con ojos de asombro: la diligencia al amarrar la filosísima navaja en la pata del gallo, el cuidado, la caricia inicial al ave. Luego, los envites para enardecer al animal, ponerlo a punto y esté listo para librar su combate, una pelea que inicia con la danza en el aire, con la pata armada buscando al contrario, para herirlo, para matarlo, que en eso se resume el largo entrenamiento de semanas, las vitaminas, los jeringazos.

Luego los grito del público enardecido, ya con media estocada etílica entre pecho y espalda, azuzando a su favorito: ya es tuyo, dale, acábalo, échatelo. Ahora hay un alto en la refriega, los soltadores acarician a su gallo, le rocían el rostro (¿tienen rostro estas aves?) con agua. Tápale la cara, le gritan al gallero que ostensiblemente va adelante en la pelea. El juez termina su cuenta de quince segundos y ordena la continuación: suelten, hay pelea señores. Hasta que uno de los dos cuelga el pico sin remedio.Gallos3

Cien al colorado, doscientos al colorado, dicen por allá. Aquí junto, una señora guapa grita ¡voy cien al giro! Y le pescan la oferta. Eso es giro, dale giro, dice emocionada. Un joven, con evidentes muestras de haber sido golpeado por las frías latas de dos equis, le reprocha: Tía, el gallo que venimos a ver es el otro. Y la mujer recompone el rumbo para apoyar: ¡que pierda el giro, que pierda el giro! Y sí, perdió sus cien pesos.

Luego de haber llegado con la primera pelea, hacia las siete de la tarde, nos informan que estos derbis suelen terminar al medio día siguiente, así que miramos al reloj marcando las doce de la noche y decidimos que para nosotros la fiesta ha concluido. Ya vendrá el dos mil diecinueve con mejores días, con las casas ya reconstruidas, con los rostros animados, con el alma mejorada. Entre tanto, a seguir sorteando por las calles el escombro de las casas derribadas. A seguir mirando el madero de las antiguas viviendas acumulado por doquier o aserrándose para usarse en el fogón. A saber que el mayordomo actual insiste en organizar él mismo la fiesta para el próximo año.

A escuchar lo que dice una vecina: Y vieran a Quito, el presidente, gritando enojado, azotando su cachucha en el escritorio, diciendo, “aquí ninguna cerveza más va a entrar que la dos equis o sol, porque ellos me dieron dinero para mi campaña electoral; y si a alguien se le ocurre meter cerveza Corona a su fiesta, yo personalmente iré a su casa a quitárselo”. Entonces se le acercó una persona y lo calmó.

Xadani, Xadani.

Santa María, Xadani. Febrero de 2018

(Primer Viernes de Cuaresma en Xadani)

Por las trompetas parlantes se anunció desde una semana antes: “Gran Derbi de pelea de gallo en Santa María Xadani, no falten, emocionantes peleas de gallo para toda la familia, habrá venta de refrescos y cervezas”. A la publicidad se agregaba una larga relación de partidos a encontrarse en el palenque xadaneño. Willia lanzó el convite: “vecino, el próximo sábado va a haber derbi, se va a poner bueno”. Pesqué la invitación al vuelo.

El caso es que tal competencia avícola se haría a honras del Primer Viernes de Cuaresma, la fiesta de este pueblo golpeado tremendamente por el terremoto de septiembre pasado. Golpazo tal, que obligó a la Sociedad organizadora de los festejos a suspender dicha celebración. No habrá fiestas, dijeron, no podemos andar de jolgorio cuando hay tanta gente lastimada, tanta casa perdida. Así que los mayordomos acordaron ofrecer solamente una misa y un pequeño convivio para el domingo dieciocho de febrero.

No hubo tirada de frutas ni baile de capitán, de capitana ni de reina; eso sí, los muxes –uno de los dos grupos aquí organizados, pues el otro de plano se sumó a la austeridad municipal- los muxes –digo- informaron que harían su acostumbrada vela. Ya la autoridad del pueblo había anunciado en bando que se suspendían las fiestas y la venta de cervezas, aunque fue justamente una funcionaria de palacio quien abriera el camino pachanguero al organizar una gran fiesta familiar, hará cosa de mes y medio.

Pero ya en los días de la presunta fiesta xadaneña, el ayuntamiento organizó una noche disco y un baile popular gratuito, solo cobraron el reservado de mesa y –claro- las cervezas de rigor. Los juegos mecánicos pasaron la semana con más pena que gloria, aunque el domingo el panorama mejoró sensiblemente.Gallos2

Ah, el derbi, sí, los gallos. Allá en el Salón Guendadxiña, que es como decir chicozapote, pero en lengua za, allá se dejaron llegar los galleros de la región istmeña. Poco antes de las seis de la tarde comenzó a circular la cerveza, inició también el alebrestadero de las aves, el nerviosismo de propietarios, la bulla, la chanza, los rumores.

Que si la vela de los muxes quedó en simple baile, pues tan solo seis de las socias llevaron puesto (aunque no faltó quien ponderara la animación de la dicha fiesta). Que si la autoridad municipal ya recibió un millón cien mil pesos de la cervecería Cuauhtémoc, para que los productos de esta empresa sean los únicos que puedan venderse en el pueblo a lo largo de este año (Y en qué lo ocuparán o a qué bolsas irá a parar el dinero, lanzó la infundada suspicacia alguien).

Que si la Corona alcanzó a colocar su estand para vender sus amargos líquidos en el festejo del domingo y ni modo que los del palacio los vayan a sacar de ahí, con tanta gente que hay. Que si a tal señor la policía le decomisó una buena cantidad de cartones de caguamas de cerveza Corona, hace una semana, pero qué creen, la propia policía anda consumiendo las caguamas incluso en horas de trabajo, como este escribidor pudo ver una tarde, allá por la segunda sección xadaneña.

(A resultas de ese decomiso, el afectado se vio envuelto en un lío: se dice que amenazó al comandante en turno con un arma, los compañeros de tal oficial desarmaron al hombre y le propinaron una golpiza, con la participación del propio comandante. Luego, éste último personaje demandó ante el juez municipal al afectado por el decomiso de cervezas y exigió el pago de diez mil pesos por el daño recibido. Cosas veredes.)

Y hagan sus apuestas, señores, grita el juez del palenque a media pista. Habla de los partidos contendientes en ésta que es ya la décima pelea, de veinte que conforman la primera de cuatro rondas. El vecino Willia nos informa que su gallo peleará en la refriega número diecinueve, así que a remojar la garganta y mirar cómo se emociona la gente con este ajetreo, cómo apuestan: voy cien al rojo, doscientos al giro, ahí va lo mío.

Uno observa todo este ritual con ojos de asombro: la diligencia al amarrar la filosísima navaja en la pata del gallo, el cuidado, la caricia inicial al ave. Luego, los envites para enardecer al animal, ponerlo a punto y esté listo para librar su combate, una pelea que inicia con la danza en el aire, con la pata armada buscando al contrario, para herirlo, para matarlo, que en eso se resume el largo entrenamiento de semanas, las vitaminas, los jeringazos.

Luego los grito del público enardecido, ya con media estocada etílica entre pecho y espalda, azuzando a su favorito: ya es tuyo, dale, acábalo, échatelo. Ahora hay un alto en la refriega, los soltadores acarician a su gallo, le rocían el rostro (¿tienen rostro estas aves?) con agua. Tápale la cara, le gritan al gallero que ostensiblemente va adelante en la pelea. El juez termina su cuenta de quince segundos y ordena la continuación: suelten, hay pelea señores. Hasta que uno de los dos cuelga el pico sin remedio.Gallos3

Cien al colorado, doscientos al colorado, dicen por allá. Aquí junto, una señora guapa grita ¡voy cien al giro! Y le pescan la oferta. Eso es giro, dale giro, dice emocionada. Un joven, con evidentes muestras de haber sido golpeado por las frías latas de dos equis, le reprocha: Tía, el gallo que venimos a ver es el otro. Y la mujer recompone el rumbo para apoyar: ¡que pierda el giro, que pierda el giro! Y sí, perdió sus cien pesos.

Luego de haber llegado con la primera pelea, hacia las siete de la tarde, nos informan que estos derbis suelen terminar al medio día siguiente, así que miramos al reloj marcando las doce de la noche y decidimos que para nosotros la fiesta ha concluido. Ya vendrá el dos mil diecinueve con mejores días, con las casas ya reconstruidas, con los rostros animados, con el alma mejorada. Entre tanto, a seguir sorteando por las calles el escombro de las casas derribadas. A seguir mirando el madero de las antiguas viviendas acumulado por doquier o aserrándose para usarse en el fogón. A saber que el mayordomo actual insiste en organizar él mismo la fiesta para el próximo año.

A escuchar lo que dice una vecina: Y vieran a Quito, el presidente, gritando enojado, azotando su cachucha en el escritorio, diciendo, “aquí ninguna cerveza más va a entrar que la dos equis o sol, porque ellos me dieron dinero para mi campaña electoral; y si a alguien se le ocurre meter cerveza Corona a su fiesta, yo personalmente iré a su casa a quitárselo”. Entonces se le acercó una persona y lo calmó.

Xadani, Xadani.

Santa María, Xadani. Febrero de 2018

 

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